La Vanguardia

‘Dead truck’

- CRISTINA JOLONCH

Los alimentos suelen viajar por tierra, mar y aire, en las mejores condicione­s posible, en cámaras si es necesario, para que lleguen en perfecto estado hasta el consumidor. No vaya a ser que si alguien tiene el antojo y paga un plus para comer un producto fuera de temporada, una fresa o un albaricoqu­e en pleno invierno, no le llegue impecable, desde el otro lado del mundo.

El reparto de inmigrante­s suele circular por mar o, como también hemos visto este agosto, por tierra. Quienes gestionan el viaje saben que la mercancía muchas veces no consigue llegar al lugar de destino o lo hace en el peor estado y acaba bajo el agua o en la carretera. No todo el mundo se atreve a hacinarse en una balsa o a agazaparse a los bajos de un camión. Parece que uno se debe sentir más seguro dentro de una de las cámaras de un camión de reparto de pavo con el dibujo de una simpática gallina de perfil con el ojo muy redondo y la cresta bien colorada. “Sabe tan bien porque está tan bien alimentado”. Es el eslogan cruel, escrito en lengua eslovena, que ocupaba la puerta tras la cual murieron 71 personas que trataban de escapar de la penuria en el lugar donde vivían. El aire tampoco era gratis.

Quién les iba a decir que sólo habían pagado –segurament­e con todos sus ahorros– por algo más de tres horas de oxígeno. No sabían que viajaban en el food truck del horror, un inmenso ataúd sobre ruedas que anunciaba finas lonchas de pavo. El embutido se suele contar por gramos. A ellos los fueron sacando de uno en uno, entre el amasijo de cuerpos. Llevaban tantas horas muertos que los expertos aconsejaro­n a la policía posponer su examen. Los contaron uno a uno: eran 59 hombres, 8 mujeres y cuatro niños. Nuevas víctimas del tráfico humano.

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HEINZ-PETER BADER / REUTERS El camión de reparto en el que murieron 71 personas
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