El horizonte romántico
Un mirador sobre los acantilados de Ortigueira se convierte en el nuevo reclamo turístico de moda gracias a internet
Un sencillo banco de madera colocado junto a un acantilado del cabo de Estaca de Bares se ha convertido en un reclamo turístico de Galicia.
Un sencillo banco de madera colocado junto a un acantilado como un lugar para pensar se ha convertido en el nuevo reclamo turístico de moda en Galicia, capaz de poner en el mapa los hasta ahora poco explotados atractivos de una de sus zonas de litoral peor comunicadas, la costa próxima al cabo de Estaca de Bares, en el extremo norte del territorio gallego. El asiento está en Loiba, en el municipio de Ortigueira, y hace furor en las redes sociales bajo la etiqueta del “mejor banco del mundo”, un título tan discutible como bellas son las vistas que ofrece, sobre todo en el atardecer.
“Desde luego no recorrí todo el mundo y no he estado nunca en Canadá, pero esto es lo más bonito que hay, por la relajación y la tranquilidad que da, especialmente si estás en buena compañía”, contaba en un anochecer de agosto Iria, una joven de la comarca de A Coruña, después de fotografiarse junto a su novio en el ya famoso lugar de Loiba, con la vista perdida en el infinito que señala el cercano cabo Ortegal, en cuyas inmediaciones está la ermita de San Andrés de Teixido, a la que según la leyenda va de muerto quien no fue de vivo.
En esa zona se halla la garita de Herbeira, con sus espectaculares vistas de altos acantilados, que ofrecen la estampa de la verde verticalidad propia de los municipios de Cedeira, Cariño y Ortigueira, situados al norte de la ciudad de Ferrol. Pero lo que se ha puesto de moda ha sido el banco de Loiba, por iniciativa de un mecánico de la zona, Rafael Prieto, con una eficacia que nunca habían conseguido las recurrentes campañas de promoción turística de la costa norte gallega, un área que quedó al margen de las grandes rutas de transporte una vez que el Ministerio de Fomento tomó la controvertida decisión de que la autovía del Cantábrico no discurriese en Galicia por el litoral como en el resto de la cornisa, sino que se adentrase hacia el interior, por Vilalba, el pueblo natal de Manuel Fraga.
“Lo puse el 2 de junio del 2009”, repite Rafael Prieto cuando le preguntan por la historia del prodigioso asiento de madera que pidió al Ayuntamiento hace seis años para que sus hijos adolescentes y sus amigos dejasen de acomodarse sobre las rocas. Le llamaban “o pensadoiro”, un sitio para pensar, actividad idónea en una zona tan bella, aunque ahora resulte más difícil entre tanto trajín de visitantes que al atardecer pueden colapsar con sus coches las estrechas pistas de acceso.
El salto a la fama llegó con una falta de ortografía, pues en la par- te de atrás del asiento está escrito el lema “the best bank of the world”, lo que inglés quiere decir el mejor banco de dinero, no de sentarse, que sería “bench”. Pero Rafael Prieto asegura que lo pusieron unos escoceses que empleaban otra acepción de “bank”, como acantilado inclinado. En cualquier caso, el lema del mejor banco del mundo caló como reclamo turístico, en buena medida gracias a la imagen que tomó el fotógrafo Dani Caxete. Está hecha de noche y en ella la Vía Láctea adorna el cabo Ortegal.
“Posiblemente habrá colas para hacerse la foto en el banco. Pero no sé cuánta gente habrá que disfrute realmente de la realidad de uno de los grandes espectáculos de la naturaleza, por otra parte uno de tantos que hay en Galicia y a millones en el mundo”, comenta el escritor Tucho Calvo, oriundo de Loiba, que reflexiona sobre la moda turística de “ir porque hay que ir” mientras señala cómo transformó la zona, tras la desaparición de los usos tradicionales como los de la pesca y la agricultura a pequeña escala.
Después de que este año la Xunta haya limitado por primera vez el acceso a la playa de As Catedrais, en Ribadeo, el banco de Loiba hace furor, lo que ha obligado al Ayuntamiento de Ortigueira a estudiar medidas para ordenar su uso.
Las redes sociales popularizaron el asiento que puso un vecino en el lugar en el que pensaban sus hijos