DIPLOMACIA SIN SUCESIÓN
Hallada en Viena la tumba perdida de Francesc de Berardo, diplomático catalán ante la corte del emperador Carlos en el tramo final de la guerra de Sucesión
Francesc de Berardo fue el último embajador catalán, en la Viena de 1714.
Viena no es hoy sede de la corte del Sacro Imperio Romano Germánico ni tampoco Catalunya tiene allí un embajador. Pero lo tuvo hasta 1714, año de la capitulación de Barcelona ante los ejércitos borbónicos en la guerra de Sucesión. Y se da el caso de que a partir del 10 de septiembre la Generalitat inaugurará una delegación en la capital austriaca, una de las embajadas al amparo de la ley catalana de Acción Exterior que el Gobierno ha recurrido ante el Constitucional.
El último embajador de los catalanes ante la corte imperial vienesa se llamaba Francesc de Berardo i Espuny, era marqués y ejerció su labor justo cuando se produjo el giro en el tablero europeo que decidió el final de la contienda entre los partidarios del Borbón Felipe V y los del archiduque Carlos. El austriaco, aspirante al trono hispánico apoyado por la corona de Aragón, Inglaterra, Holanda y Portugal, abandonó Catalunya tras seis años de guerra a la muerte de su hermano, José I, el 17 de abril de 1711, para asumir la dignidad imperial. Y Viena se convirtió en la sede del exilio austriacista catalán cuando todo se vino abajo.
Francesc de Berardo, cuya fecha de nacimiento se desconoce, falleció un 11 de diciembre del 1714 sumido en una grave depresión. Fue dos meses después de que sus hijos, Antoni i Ramon Berardo i Morera, militares austriacistas, muriesen en el asalto final a Barcelona. Ambos descansan en Santa Maria del Pi.
Berardo descendía de una familia de comerciantes florentina y pisana establecida en Génova en el siglo XVII, naturalizada catalana y emparentada con los Peguera. En Génova fue donde los representantes de los sectores contrarios a Felipe V se aliaron con Inglaterra en 1705. Y una hija de Francesc, Maria, era cuñada de Antoni Peguera, quien, junto a Domènec Parera, negoció el pacto en apoyo del archiduque con el plenipotenciario de la reina Ana de Inglaterra, Milton Crowe.
Entre 1712 y 1714, Francesc Be- rardo fue el representante ante el emperador de los Excelentísimos Tres Comunes, que coordinaba en la defensa de Barcelona a la Diputació del General, el Consell de Cent y el Brazo Militar. Sus cartas e informes se conservan en el Arxiu Histò- ric Municipal de Barcelona. Y se sabía que había muerto en el exilio en Viena, pero se desconocía dónde fue sepultado. El descubrimiento de la tumba, del que ha tenido conocimiento La Vanguardia, se produjo de manera fortuita hace pocas semanas y en el contexto de los preparativos para la inauguración de la flamante delegación de la Generalitat en Viena. Por lo que la inauguración de la sede, la vigilia de la Diada del Onze de Setembre, se revestirá de un alto contenido simbólico.
La tumba del embajador se halla en la cripta de la Alserkirche, antigua iglesia de los Trinitarios Descalzos, un auténtico panteón del exilio austriacista catalán. Junto al desaparecido cementerio imperial de Montserrat y el complejo monástico de los Minoritas, del que sólo se conserva la fachada, así como el hospital de los Españoles –ac- tualmente, seminario archidiocesano y cuya iglesia está dedicada a la Mercè, patrona de Barcelona–, la Alserkirche fue uno de los espacios de referencia de los derrotados.
El tiempo prácticamente ha borrado la inscripción de la lápida número 18 de la cripta, donde reposan los restos de De Berardo, como los de tantos otros prohombres del austriacismo hispánico y sus familias. Pero el pasado mes de agosto, el director general de Afers Multilaterals del Govern, Manuel Manonelles, interesado por hallar las sepulturas de los hermanos Desvalls, otros destacados protagonistas de la resistencia austriacista, pudo identificar la tumba del último embajador. Fue gracias a un documento archivado en la parroquia, regida por padres franciscanos. El texto numera las lápidas del recinto y reproduce las inscripciones que figu- ran en ellas. En la correspondiente a Francesc de Berardo se explicita en latín su condición de “Principatus Catalonio Legatus” (embajador del Principado de Catalunya) así como sus títulos nobiliarios: “Marchio de Montnegre” y “Grandis Hispania” (Marqués de Montnegre y Grande de España), concedidos por el emperador (y rey) Carlos.
De Berardo no está solo en la cripta. Así, en la Alserkirche descansan los restos de Miquel de Ramon i Tort, Feldmarshall Liutenant (Teniente Mariscal) del imperio, o de Francesc Nebot, miembro de una destacada familia austriacista. Y junto a ellos, grandes aristócratas catalanes y valencianos como Josep Folch de Cardona, camarlengo de la emperatriz Isabel Cristina y príncipe imperial de Cardona; los condes de Erill, Antoni Roger y Maria Teresa, o el marqués de Noguera, Josep de Coloma i Borja.
También yacen allí austriacistas castellanos, como Diego Hurtado de Mendoza, que fue virrey de Catalunya y representó al emperador y a los intereses catalanes en las negociaciones de Utrecht en 1713. Esos tratados, continuados por los de Rastatt i Baden, consumaron el nuevo equilibrio europeo tras la promoción imperial del archiduque y el abandono de los catalanes por Inglaterra. Y sentenciaron el destino del Principat en el concierto de los emergentes estados-nación, entre ellos, el español.
Poco pudo hacer De Berardo en sus gestiones ante los aliados para que impidiesen lo inevitable: el fin de las constituciones y del sistema institucional catalán por “derecho de conquista”. Igualmente infructuosas fueron las gestiones de los embajadores en Londres, Pau Ignasi de Dalmases, y en La Haya, Felip Ferran i de Sacirera. Tres siglos después, en Viena ya no hay emperador ni embajador catalán, aunque los austriacos son algo más que buenos vecinos de la señora Merkel.
La cripta de la Alserkirche es un auténtico panteón del exilio austriacista catalán de 1714