La Vanguardia

“Seguir viviendo en Homs era peligroso”

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El matrimonio compuesto por Noseba Kazizca, de 25 años, e Imad Bahdah, de 28, enseña con orgullo los anillos de boda. Sus padres y demás familia se han quedado en su ciudad de origen, Homs, la tercera ciudad en importanci­a de Siria tras Damasco y Alepo, pero ellos decidieron buscarse un futuro más seguro en Europa. “Seguir viviendo en Homs era muy peligroso, hay que marcharse”, sostienen ambos, asintiendo con la cabeza. Por razones que no consiguen transmitir, no comparten la voluntad masi- va de los demás migrantes de instalarse en Alemania. “Queremos ir a Holanda, que nuestro primer bebé nazca allí”, explican con gestos y en un inglés precario, ayudándose el uno a la otra. Llevan un año de casados.

En Homs, Imad trabajaba como obrero de la construcci­ón (“mi especialid­ad es carpinterí­a de aluminio”, puntualiza), mientras que Noseba se ocupaba del hogar. Llegaron a Budapest el viernes, siguiendo la ruta habitual de la mayoría de quienes huyen de Oriente Medio, que recitan de carrerilla: Turquía, Gre- cia, Macedonia, Serbia y Hungría. Imad y Noseba prefieren no decir cuánto pagaron por la peligrosa travesía por el mar Egeo, que esta semana se cobró la vida de tres sirios que huían, Aylan Kurdi, su hermano de cinco años y su madre, una tragedia que ha dado la vuelta al mundo a través de una foto acusadora.

Marido y mujer dejan claro con gestos que atravesaro­n la valla de alambrada que Hungría ha tendido a lo largo de sus 175 kilómetros de frontera con Serbia, metiéndose por debajo mientras otras personas, por turno, levantaban el alambre. Ya en Budapest, y asombrosam­ente sin que la policía húngara los detuviera mientras viajaban hacia la capital, se instalaron en el campamento improvisad­o de la estación de Keleti, a pesar de no tener billete de tren, a la espera de acontecimi­entos.

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