La carta de navegación de Mas
Finalizada la entrevista con el director de La Vanguardia, la mirada de Artur Mas topa con una fotografía de John F. Kennedy en el despacho de Màrius Carol y no puede resistirse a recitar, en inglés y de corrido, el inicio del discurso de toma de posesión que pronunció el infortunado presidente norteamericano –del que se declara gran admirador– el 20 de enero de 1961. “Celebramos hoy, no la victoria de un partido, sino un acto de libertad que significa una renovación a la par que un cambio...”. Esa gema de la oratoria que contribuyó a acrecentar la leyenda política de Kennedy es un compromiso con nobles metas que, sin embargo, la historia se ha encargado de enturbiar. Se trata de aquel discurso conocido por un párrafo reproducido en el cementerio de Arlington: “Así pues, compatriotas, preguntad, no qué puede vuestro país hacer por vosotros, preguntad qué podéis hacer vosotros por vuestro país”. En estas semanas críticas, al president Mas se le intuye entre dos sentimientos ambivalentes: por un lado, imbuido por la emoción de protagonizar un momento trascendente, por el otro, atenazado por el desasosiego ante lo desconocido.
Con las elecciones catalanas convertidas en un peculiar plebiscito, Mas ha elevado la apuesta al todo o nada. El president está embarcado en una carrera plagada de obstáculos. Como Phileas Fogg, que empeñado en llegar a Liverpool, va quemando toda la madera del vapor La Enriqueta. Primero los muebles, luego los camarotes, después los mástiles... todo a la hornilla en un furor imparable, hasta quedar el barco raso. El flemático viajero inglés logró su propósito, como todos sabemos, pero el final de esta otra historia está por escribirse. Y el 27-S será probablemente sólo la primera parte. Convergència ha ido rebajando el listón de la victoria sin hacer mucho ruido. Ya no es necesario que la lista conjunta Junts pel Sí logre la mayoría absoluta. Basta con alcanzar esa meta sumando a la CUP. Y tampoco es imprescindible una mayoría de votos para seguir adelante, por muy plebiscitarias que sean. La noche electoral Mas podrá decir que ha ganado las elecciones y el sucedáneo de referéndum, incluso aunque la suma de escaños del bloque independentista descendiera con respecto al escenario actual. La apuesta es elevada, pero el president se ha guardado varios ases en la manga.
Superar el 27-S es condición necesaria para Mas, pero la verdadera carrera empezará después. La siguiente prueba, las elecciones generales, son decisivas. Mas necesita reeditar la lista conjunta por la independencia y repetir una victoria. Pero además le conviene que Pedro Sánchez llegue a la Moncloa y necesite el apoyo de Podemos. Parece que sólo así podrá abrirse el candado de la Constitución lo suficiente como para provocar un quiebro. Qué paradoja sería que fuerzas que pueden actuar de freno al independentismo el 27-S como es Catalunya sí que es Pot puedan tener la llave que rompa el férreo quietismo de Madrid.
Hasta las generales, la carta de navegación de Mas, si sigue como president, prevé gobernar con ERC, al ritmo del bloque político-social favorable a la independencia. Cuanto más tarde Mariano Rajoy en convocar elecciones, más agrio será el choque institucional. Cada movimiento de Mas provocará una furibunda reacción del Gobierno del PP, lo que nos lleva a otra paradoja: el avance de Mas en sus planes proporciona madera a la caldera electoral de Rajoy.
Será después de las generales cuando veremos sus verdaderas intenciones, sin estar ya sujetas a intereses electoralistas.
Pese a la devoción por Kennedy, el president admite que le gusta más referirse a Churchill, y hay que reconocer que las citas del poliédrico personaje siempre lucen soberbias en el relato de cualquier gobernante. Churchill decía que “el político debe ser capaz de predecir lo que va a pasar mañana, el mes próximo y el año que viene; y de explicar después por qué fue que no ocurrió lo que él predijo”. Ni el más lúcido de los políticos se atrevería ahora a ejercer de oráculo. Ya se sabe que Churchill ganó la guerra, pero perdió las elecciones. Mas puede ganar las elecciones, pero la paz aún está lejos.
A Mas le conviene que Pedro Sánchez llegue a la Moncloa y necesite a Podemos para abrir el candado de la Constitución