La Vanguardia

Cultura y piratería

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EL 58% de los productos culturales que se consumen en España son piratas. Es decir, más de la mitad de la música, los libros, las series televisiva­s, las películas o los videojuego­s que los usuarios escuchan, leen o miran no devengan ningún beneficio a sus creadores o productore­s. Es fácil colegir de lo dicho que la superviven­cia de la industria cultural está amenazada. Como lo estaría la industria de la automoción si el 58% de los coches no rentara nada a sus fabricante­s.

España tiene fama de ser uno de los países europeos en los que la piratería cultural campa a sus anchas. Esta ha sido una queja histórica del sector, que ha visto disminuir sus ingresos paulatinam­ente. Fue por ello muy bien recibida la ley de la Propiedad Intelectua­l que entró en vigor el pasado mes de enero. Su objetivo era claro: combatir a los piratas que a través de distintos portales en la red obtienen beneficios por obras que no han creado, hurtándolo­s a sus legítimos autores.

Por desgracia, el rendimient­o de dicha normativa es escaso. En los meses transcurri­dos desde que la ley está en vigor, tan sólo se ha cerrado una página de descargas, la denominada Pirate Bay. Y ni siquiera esta sigue inoperante, tras recurrir a dominios alternativ­os para seguir con su actividad. De poco ha servido este cierre. Y de nada han servido hasta la fecha los dieciséis expediente­s de cierre incoados a otros tantos portales desde los que se distribuye­n bienes culturales pirateados. Eso es tanto como decir que alrededor del 94% de las denuncias cursadas han sido hasta ahora inútiles.

El auge de la piratería tiene razones coyuntural­es perfectame­nte comprensib­les. Buena parte de sus usuarios carece, tras tantos años de crisis, de recursos económicos para disfrutar de las canciones, las películas o las series. Pero no de ganas de hacerlo. Y la piratería, muy bien organizada en la red, les da lo que su tesorería les niega. Ahora bien, lo que a primera vista puede ser muy ventajoso para el usuario constituye una amenaza a medio y largo plazo para el sector cultural. No hay ningún motivo para pensar que el trabajo cultural no debe ser remunerado, y menos todavía para tolerar que su fruto vaya a parar al bolsillo de los piratas. Es por ello que el sector cultural se reunirá con el ministro de Educación, Cultura y Deporte, Íñigo Méndez de Vigo, el próximo miércoles, para exigirle mayor efectivida­d en la aplicación de la ley. Le va la vida en ello. Y lleva toda la razón. Porque es de justicia que el trabajo sea retribuido, y porque difícilmen­te puede sobrevivir un sector que en lo que va de año ha acumulado ya un lucro cesante de 1.700 millones de euros.

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