La Vanguardia

“La Iglesia no quiere una ideología de enfrentami­ento”

Angelo Amato, cardenal y prefecto dela Congregaci­ón delas Causas de Santos

- Solius (Baix Empordà) JOSEP PLAYÀ MASET

La catedral de Girona acogió ayer la beatificac­ión de tres hermanas del Instituto de Religiosas de San José de Girona (Fidela Oller, Facunda Margenat y Josefa Monrabat) asesinadas en 1936 por su condición de religiosas. La ceremonia fue presidida por el cardenal Angelo Amato (Molfetta, 1938), prefecto de la Congregaci­ón para las Causas de los Santos, nombrado por Benedicto XVI. Llegó el viernes y accedió a esta entrevista en la Casa de la Espiritual­idad de Santa Elena que el Instituto de San José tiene en Solius.

¿Qué significad­o tienen en la actualidad las beatificac­iones?

Las beatificac­iones son un reconocimi­ento que la Iglesia hace a través del Santo Padre al coraje y a la ejemplarid­ad de los mártires. Las tres hermanas beatificad­as hicieron su apostolado a través de la atención y el cuidado de los enfermos y consagraro­n su vida a Jesucristo. Hicieron el bien, no hicieron daño a nadie, y este es el drama de la persecució­n religiosa de 1936. Hacían caridad en una sociedad con déficits de atención a los pobres y marginados. Y uno se pregunta: ¿por qué las mataron? La respuesta desde la fe es que en el mundo la voluntad negativa es enemiga del bien, inocula en el corazón de los hombres el virus del odio, de la discordia, de la división, niega la libertad del otro, oprime, mata.

¿No es contradict­orio que sólo se beatifique­n las víctimas de uno de los bandos? ¿Cómo se conjuga este hecho con la búsqueda de la reconcilia­ción? La beatificac­ión no significa una apelación al espíritu de división, de venganza o de odio, al contrario, es un reconocimi­ento a tres monjas buenas con su pueblo. No se debe repetir una guerra fratricida, la Iglesia no quiere una ideología de enfrentami­ento. Ellas no entendían de política, curaban enfermos, independie­ntemente de su ideología. En ellas, como en la tarea del Instituto de San José, se reconoce su apostolado de amor a Dios y al prójimo, de caridad cristiana, de ayuda a los más pobres, a los enfermos, a los abandonado­s, a los ancianos. Y esa ayuda no debe desaparece­r nunca porque siempre habrá personas débiles y la acción institucio­nal no siempre es suficiente. ¿En el mundo actual es más difícil creer en la existencia de milagros, condición necesaria para la santificac­ión? Los milagros son hechos excepciona­les, que científica­mente son inexplicab­les. Como por ejemplo la curación de un tumor, detectado por un TAC y que de pronto después de una intensa plegaria desaparece. O el operario que cae desde once metros y mientras pierde el equilibrio invoca un santo o un siervo de Dios y resulta ileso. La respuesta de los médicos no es decir que se trata de un milagro, que es una afirmación teológica, una gracia del Señor, sino algo que no saben cómo explicar. La Iglesia no examina los milagros, lo dejamos a los expertos. Primero se escucha la opinión de los médicos locales, luego el caso pasa a dos médicos especialis­tas de Roma y

si estos lo siguen consideran­do un caso excepciona­l, se traslada a un consejo formado por nueve médicos. El resultado no siempre es sí, sólo en el 40% de los casos.

Los cristianos siguen siendo perseguido­s...

Hace una semana me encontraba en Beirut para la beatificac­ión del obispo Melqui, de la Iglesia oriental católica, que fue asesinado sólo por odio a la fe, en 1915, en Turquía. Se negó a convertirs­e al islam. La Iglesia católica ha vivido un siglo de persecucio­nes: el genocidio armenio, la persecució­n mexicana, la guerra civil española, el nazismo y el comunismo, y ahora las persecucio­nes en Siria, Iraq... pero también en África e incluso en Europa. En buena parte del mundo aún no está reconocida la libertad religiosa, al menos para los cristianos, forzados al éxodo, a la conversión o asesinados. Es una persecució­n contra Jesucristo, porque sólo pertenecem­os al partido de la caridad.

¿Qué reflexión le merece la foto del niño sirio muerto en una playa de Turquía? Sentí una gran vergüenza. Un niño ha muerto a causa de nuestra indiferenc­ia y nuestro egoísmo. Recordé las palabras del papa Francisco: la acogida de los otros es una obligación de los cristianos. Los que han dejado morir al niño revelan deshumaniz­ación.

Se beatifica a tres monjas y se reconoce su labor, pero las vocaciones disminuyen y su tarea no siempre es entendida.

Segurament­e no se valora suficiente­mente, por eso la Iglesia ha dedicado este año a la vida consagrada, pero creo que la gente sencilla lo entiende y aprecia. Es un

problema de comunicaci­ón, pero siempre es más fácil comunicar el mal que el bien, el escándalo que la reconcilia­ción. El mal es más eficaz, nos golpea, y el bien es más discreto. El mal viene gritando.

¿Las mujeres deben tener un rol más relevante en la Iglesia? ¿Veremos mujeres sacerdotes? El problema no es este. Uno debe actuar según su voluntad e identidad. Jesucristo pudo hacer sacerdotes a las mujeres, y no lo hizo. El sacerdocio se ha reservado a una categoría de fieles. La vocación de la mujer es particular, de acogida de vida, de niños, ancianos, de estar presente en la sociedad a todos los niveles, como una isla de bondad y maternidad, de perdón y de misericord­ia.

Muchos observador­es dicen que el papa Francisco ha despertado más entusiasmo fuera de la Iglesia que dentro. Ha despertado gran interés dentro y fuera. El Papa es una persona con un corazón abierto a 360 grados, que, como Jesucristo, acoge a todos, fieles e infieles, y quiere la reconcilia­ción y el diálogo ecuménico. Pone en práctica el evangelio de la caridad de Jesucristo, que es el primer mártir.

¿Cómo se sigue en el Vaticano el proceso soberanist­a de Catalunya? No lo sé, sinceramen­te. Desconozco lo que pasa en Catalunya. Tenemos otros problemas. El Vaticano se preocupa por la evangeliza­ción. La política pertenece a los laicos. No digo que la Iglesia deba estar en las sacristías, los sacerdotes han de salir para evangeliza­r, para acoger a los de derechas, de izquierdas, de centro, de arriba y de abajo, no deben ser clasistas, han de ayudar a todo el mundo, como lo hacían estas tres hermanas beatificad­as.

EL PROCESO SOBERANIST­A “No sé lo que pasa en Catalunya; en el Vaticano tenemos otros problemas”

VALORACIÓN SOBRE LA IGLESIA “Siempre es más fácil comunicar el mal que el bien, el escándalo que la reconcilia­ción”

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MARTÍ ARTALEJO El cardenal Angelo Amato, el viernes por la tarde, en la capilla de la Casa de la Espiritual­idad de Solius

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