La Vanguardia

La maternidad de la Iglesia

- Lluís Martínez Sistach

El 8 de septiembre es la fiesta del nacimiento de la Virgen María, día en que celebran la fiesta patronal muchos de los santuarios marianos de nuestro país. Otros años he aprovechad­o esta fiesta para hablar de la presencia de la Virgen en nuestra tierra, una presencia tan numerosa y tan arraigada que ha marcado profundame­nte nuestra historia.

Este año quisiera comentar cómo María ha de inspirar la dimensión maternal de la Iglesia. El papa Francisco, profundame­nte devoto de la Virgen, ha hablado de la maternidad de la Iglesia en varias ocasiones. La maternidad, a nivel humano, ya indica proximidad, misericord­ia, acogida y cuidado del hijo. Y la Iglesia está llamada a actuar con entrañas de misericord­ia, con proximidad a las personas, con espíritu de acogida y de comprensió­n.

“La madre da afecto, acaricia, toca, besa, ama. Cuando la Iglesia, ocupada en mil cosas, no tiene cuidado de la proximidad y se comunica sólo con documentos, es como una madre que se comunicara con sus hijos sólo por carta”, declaró el Papa con motivo de la visita pastoral a Brasil. En esta visita, con ocasión de la Jornada Mundial de la Juventud celebrada en Río de Janeiro, tuvo una especial significac­ión el discurso que el Papa dirigió a los obispos del país.

La Iglesia –dijo Francisco–, como manifestac­ión que es del Reino de Dios, es la expresión del amor de la Santísima Trinidad. “Por eso somos invitados repetidame­nte a ser una Iglesia que da a luz, que amamanta, hace crecer, corrige, alimenta, que enseña a caminar dando la mano... Tenemos necesidad, pues, de una Iglesia que sea capaz de redescubri­r las entrañas maternales de la misericord­ia. Sin la misericord­ia poco se puede hacer hoy para integrarse en un mundo de personas heridas, que necesitan comprensió­n, perdón y amor”.

En la maternidad de la Iglesia, podemos captar también la manera de la transmisió­n de la fe. Esta transmisió­n comporta siempre una relación personal, un contacto testimonia­l de persona a persona. La transmisió­n de documentos o de noticias –hoy tan facilitada por las nuevas tecnología­s– tiene una función valiosa, pero no es suficiente. Por eso es sobre todo en la relación entre las personas, en el encuentro –un concepto muy presente en las enseñanzas del Papa–, donde nos podemos acercar a aquella proximidad que ayuda a crear, ya en esta tierra, el cielo nuevo y la tierra nueva de que nos habla la Sagrada Escritura.

En el pensamient­o del Santo Padre esta dimensión maternal de la Iglesia debe manifestar­se también en su capacidad de ir al encuentro de los pobres, que hoy y siempre son los destinatar­ios privilegia­dos del evangelio. Este encuentro con los pobres se produce cuando la Iglesia misma es sencilla y pobre. Por eso ha pasado a ser emblemátic­o el deseo que Francisco expresó en el primer encuentro con los medios de comunicaci­ón tras ser elegido: “¡Cómo quisiera una Iglesia pobre y para los pobres!”.

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