Si es bello, no importa el tempo
El título con el que la pareja bautiza el que es su quinto álbum, podría despertar las alarmas, pero el temor es infundado aunque Depression cherry carezca de las puntas de pop mayestático que pespunteaban sus dos últimas entregas. El dúo de Baltimore sí da, en cambio, un paso adelante en eso de meter cada una de sus canciones directamente en el cerebro del oyente, una habilidad que radica en atemperar la rítmica y difuminar sus efectos de sonidos, como guitarras distorsionadas o los sutiles teclados que suenan, por ejemplo, en Space song. Sería fácil apostillar que lo que perpetran aquí Victoria Legrand y Alex Scally es algo más de lo mismo pero diferente, pero algo de eso sí que hay.
El pop ensoñador de la pareja –ideal para paseos otoñales, puestas de sol o para mirar las musarañas–, esas baladas etéreas que podrían atragantarse en otras manos, poseen algo que las convierte en materia prima única en relación con otras tentativas similares, y es esa mencionada capacidad de endosar belleza compositiva e interpretativa en la inmediatez, como ya hicieran en el muy recomendable Devotion hace siete años. Un tema como 10:37 ilustra diáfanamente este esfuerzo, sustentado únicamente con la voz de Legrand y una caja de ritmos, al que se suma poco más que el zumbido de un órgano. Y es que se trata de una pequeña clase magistral extensible a todo el álbum de cómo emplear el espacio como instrumento, convirtiendo lo básico y el tempo detenido en armas estéticas.