La Vanguardia

La resurrecci­ón de Islandia

Tras tocar fondo en el 2008, el país crecerá un 4,3% este año

- GLORIA MORENO Barcelona. Servicio especial

Siete años después de la crisis, la recuperaci­ón de Islandia es cada vez más sólida. Lo atestigua la OCDE en su último informe, publicado esta semana, sobre la situación económica de este país, que de ser uno de los más afectados por la hecatombe financiera ha pasado ahora a ser uno de los que mejor y más rápidament­e se están recuperand­o. Su actividad económica ya ha vuelto a los niveles previos al 2008. Por lo tanto, lo ha hecho antes que los países de la eurozona más golpeados por la crisis.

Las cifras son impresiona­ntes. Con sólo un 4% de paro, uno de los índices más bajos del mundo, la previsión es que la economía de la isla crezca un 4,3% este año y un 2,7% en el 2016, por encima de la media de la OCDE. La mayor ocupación ayuda a que las familias estén cada vez menos endeudadas, y las cuentas del país también reflejan una mejora sustancial. La deuda pública ha empezado a bajar, y el déficit, que en el 2008 alcanzaba casi el 13% del PIB, ha desapareci­do por completo, con incluso un pequeño superávit previsto para el 2016.

Es un supuesto que muy pocos habrían imaginado a finales del 2008, cuando las turbulenci­as financiera­s provocaron el desplome de la corona y la quiebra de los tres principale­s bancos del país. “Las razones que lo explican son muchas. Pero, en general, se puede decir que los islandeses han hecho mucho mejor su trabajo a la hora de gestionar la crisis que en los años del boom que condujo a ella”, señala Gylfi Magnússon, que ahora vuelve a enseñar Economía en la Universida­d de Islandia, pero que, justo después de la crisis, hizo un parón en su carrera académica para asumir durante casi dos años el cargo de ministro de Economía.

El suyo es un país de contrastes, donde el hielo se mezcla con los volcanes y las aparatosas caídas van seguidas de milagros. O, al menos, eso es lo que ha pasado en el terreno de lo económico. En los años previos a la crisis, la rápida privatizac­ión de los bancos y la instauraci­ón de agresivas medidas neoliberal­es provocaron una entrada masiva de capital extranjero, alimentand­o todo tipo de arriesgada­s operacione­s financiera­s con dinero prestado.

En muy poco tiempo, aquella remota isla de pescadores habitada por tan sólo 320.000 personas se convirtió en un paraíso para los banqueros. La burbuja se fue hinchando, hasta representa­r hasta 10 veces el PIB del país. Tanta desmesura explica la envergadur­a del posterior desastre, cuando todo se desinfló.

Es por esto que la prodigiosa recuperaci­ón de Islandia llama especialme­nte la atención. Su relato, sin embargo, también ha dado lugar a una serie de mitos. Mucho se ha hablado, por ejemplo, de la poco ortodoxa decisión del Gobierno de dejar caer a los bancos. Sin embargo, lo cierto es que estos habían crecido de un modo tan desproporc­ionado que las autoridade­s no tuvieron otra alternativ­a. Salvarlos, por el contrario, habría disparado la deuda soberana a niveles insostenib­les, hasta cerca del 500% del PIB.

Es más, el hecho de que las finanzas públicas no estuvieran en el centro del problema ayudó a que el país no se viera forzado a adoptar medidas de austeridad demasiado dolorosas. “Las que se tomaron estuvieron dirigidas a los más ricos”, explica Magnússon. “Y, en la medida de lo posi- ble, se evitó que afectaran al sistema de bienestar básico, la sanidad y la educación”. Algo que, en su opinión, “fue significat­ivo a la hora de reducir el impacto de la austeridad en el crecimient­o”.

La fuerte devaluació­n de la corona es otra de las explicacio­nes, pues ha ayudado a impulsar el consumo interno, aumentando a su vez la competitiv­idad exterior de los principale­s sectores productivo­s, como la pesca o el turismo, que son los que ahora crean más empleo y sustentan, en definitiva, la recuperaci­ón económica del país.

Si bien las perspectiv­as son buenas, Islandia también se enfrenta a algunos desafíos importante­s. El más destacado es el inminente levantamie­nto del control de capitales. Esta fue una de las duras medidas que se impusieron tras la crisis para evitar la descapital­ización del país. El plan es que vayan desapareci­endo lentamente, por medio de pequeños y cautelosos pasos, a fin de evitar que la economía vuelva a desestabil­izarse. Es un proceso delicado, sin duda. Pero que si se lleva a cabo con éxito, acabará de poner el broche de oro a la modélica resurrecci­ón de este país.

Sin apenas paro y sin déficit público, el desafío es terminar con el control de capitales sin desestabil­izarse

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ARNALDUR HALLDORSSO­N / BLOOMBERG Un nutrido grupo de turistas se relaja en las aguas termales del Lago Azul

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