Cómo no escribir una novela

HOWARD Mittelmark y Sandra Newman son los autores de un libro de divertida lectura titulado Cómo no escribir una novela, donde el primer consejo que dan a quienes se adentran en el mundo de la literatura es “tener claro qué se quiere contar y quitar todo lo demás”. Estos dos personajes –el uno colaborador en agencias literarias y la otra profesora de escritura– insisten en sus páginas en que ni se han de redactar cientos de páginas explicando por qué se quiere contar una historia, ni por qué los personajes viven como viven cuando arranca el relato, ni siquiera qué hechos del pasado han convertido a sus protagonistas en las personas que aparecen en la novela. Ciertamente, los consejos que valen para la literatura sirven para la política. Resulta apasionante ver cómo van desfilando por los estrados dirigentes españoles que intentan explicar qué errores se han cometido para que la situación en Catalunya haya llegado a este punto, quiénes han sido responsables de este desencuentro o el coste emocional de una posible ruptura. Sin embargo, las concreciones sobre cómo superar el conflicto son escasas.

En la literatura se puede fantasear, pero en la política no. Al menos, no durante mucho tiempo. Ayer, José Luis Rodríguez Zapatero declaraba en El País que España tiene que demostrar al mundo que ella misma con su diálogo es capaz de reencontrarse con Catalunya. Y Pedro Sánchez anunció en Tarragona que luchará por una Catalunya mejor en una España diferente. ¿Y todo eso cómo se hace? No basta con ondear la Constitución, sin concretar qué cambios se proponen. Felipe González dijo que habría que reformarla para reconocer Catalunya como nación y se formó un enredo fenomenal de declaraciones en la sede de Ferraz. Sólo con frases rutilantes no se escribe una novela, ni se soluciona un problema de esta dimensión, que tiene en alerta, ahora ya sí, a Europa.