La Vanguardia

Gente de orden

- Francesc-Marc Álvaro

Una de las cosas más importante­s que han pasado en Catalunya los últimos cinco años –y que no se explica casi nunca en los medios de Madrid, pero sí en la prensa internacio­nal– es el compromiso de una parte significat­iva del empresaria­do y el mundo profesiona­l con el proceso soberanist­a. Unos lo hacen asumiendo el derecho a decidir y otros abrazando la independen­cia como proyecto para librarnos de unas estructura­s políticas que –datos en mano– frenan y bloquean el crecimient­o y el bienestar del conjunto de la sociedad catalana, como han significad­o en varios informes incluso entidades tan poco amigas de la secesión como Foment del Treball. Una de las fortalezas que tiene la corriente de cambio catalán es la alianza entre los de las corbatas y los de las camisetas.

Al lado de un empresaria­do ubicado frontalmen­te en contra del proceso (una realidad que desmiente las teorías de González sobre el miedo a expresar públicamen­te razonamien­tos contrarios a la independen­cia) hay también un mundo empresaria­l que vive esta etapa como una oportunida­d y en sintonía con la Catalunya que no quiere agachar más la cabeza. El pasado jueves, este empresaria­do se reunió en la Pedrera con la excusa de reiterar su compromiso con el denominado Manifest

del Far. En realidad, se querían denunciar los ataques y la guerra sucia del Madrid político y sus aliados. Este acto demostró una vez más que hay muchísimos moderados favorables a la creación de un Estado catalán independie­nte y que, por lo tanto, la pretendida moderación no es exclusiva de los que anuncian el apocalipsi­s para el 28 de septiembre.

El presidente de Cecot, Antoni Abad, –uno de los hombres más juiciosos que conozco–, dijo algo que debería hacer reflexiona­r a más de uno: “La gente de orden sabe que nada es permanente excepto el cambio; desde los perfiles más moderados el inmovilism­o exaspera”. Mientras, desde sectores contrarios al proceso, se suministra a menudo “polución o basura”, en palabras precisas de Abad. Para ilustrarlo, aquel día, la secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, se refirió a Mas en estos términos: “Los que se creen por encima de la ley suelen caer en el populismo y de ahí se pasa a la dictadura”. No diremos aquí lo que piensa mucha gente catalana de orden de Cospedal.

Antes de los representa­ntes de las cámaras y diecisiete patronales, tomaron la palabra cuatro relevantes economista­s. Uno de ellos, Jordi Galí, asesor del BCE y de la Reserva Federal de EE.UU., dijo –en respuesta a un conocido empresario contrario al proceso– que para explicar a los trabajador­es qué puede representa­r la independen­cia se utilicen estudios económicos solventes. Pensé en el historiado­r Tony Judt, que en el 2005, en el libro Postguerra, escribió que si Catalunya fuera independie­nte, “sería uno de los países más prósperos del continente europeo”.

Hay muchísimos moderados favorables a la creación de un Estado catalán independie­nte

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