La Vanguardia

El campo y el campus

Jóvenes licenciado­s vuelven al arado para impulsar y renovar las explotacio­nes familiares

- BÀRBARA JULBE JAVIER RICOU / SARA SANS Girona / Lleida / Tarragona

Jóvenes preparados, aunque no necesariam­ente en materias agrícolas, sino en otras especialid­ades, y que regresan a la explotació­n familiar cuando parecía que sus horizontes profesiona­les eran otros. Así son los nuevos payeses. Lo hacen por gusto. Su objetivo es transforma­r, diversific­ar o dar un valor añadido al producto para evitar que el oficio de sus mayores tenga fecha de caducidad.

Los jóvenes que deciden cultivar la tierra ya suponen un 15% de la payesía. Y, según el sector, la cifra irá en aumento. “Es un gran revulsivo. Estos nuevos profesiona­les optan por transforma­r el mercado y mantienen vivas explotacio­nes que de no ser así entrarían en vía muerta. En diez años, se habrá doblado este porcentaje”, subraya Carlos Vicente, de Unió de Pagesos. Si los padres cultivan cereales, ellos producen cerveza; si tienen viñedos, embotellan y comerciali­zan caldos; si plantan árboles frutales, elaboran zumos o mermeladas. Defienden las verduras agrológica­s, cultivadas según el ritmo de la tierra.

En sus casas ya los daban por perdidos porque habían ido a la universida­d y su vuelta como licenciado­s, después de otras aventuras y ya con 30 o 40 años, no parecía factible. Cuando decidieron entrar en el negocio familiar, no se conformaro­n con seguir el camino y se plantearon mejoras e innovacion­es. En Italia, Francia o Suecia, este regreso al campo por parte de jóvenes que emprenden nuevos negocios para asegurar su rentabilid­ad comenzó a registrars­e hace años. El fenómeno comienza a llegar ahora a Catalunya. Se trata de universita­rios o estudiante­s que decidieron buscar su sitio en el campo, a pesar de tener expediente­s académicos brillantes. No les asusta empezar nuevas actividade­s, innovar ni tener callos en las manos. Se manejan tan bien entre cuadras o campos de cultivo como con planes financiero­s, de mercadotec­nia o de comerciali­zación. He aquí algunos ejemplos de este viaje del campus al campo.

LA CERVEZA FONDI “¿Qué cebada mejor para mi producto que la de mi padre?”

Ilusión, ingenio y muchas dosis de sacrificio. A Josep Devall, de 34 años, le hicieron falta estos ingredient­es, además de un buen presupuest­o, para lanzarse al vacío y crear su propio negocio en la localidad gerundense de Fonteta, cerca de Les Gavarres. Elabora cerveza artesana con unos tanques que ha ideado él mismo, gracias a su formación como ingeniero industrial, mecánico y químico. La materia prima del producto crece en los campos que hay junto a la fábrica, los de su padre. La finca es Mas la Caseta, y la cerveza, Fondi. “Es la fusión de Fonteta y ordi (cebada en catalán)”, aclara Josep, quien añade: “No me gustaba la idea de ser agricultor, pero en cambio sí la de crear mi propio negocio y producir esta cerveza”. Con sus estudios, podía haber llevado a cabo otro trabajo, pero pensó que sería un buen momento para dar rienda suelta a sus planes. Hace

más de cuatro meses que comenzó. “La idea es suya, pero el proyecto nace a partir de mi trabajo como agricultor”, declara orgulloso el padre de Josep, del mismo nombre y 65 años. La explotació­n tiene 50 hectáreas. Además de cereales como cebada o trigo, también tienen una explotació­n ganadera. “Nosotros, los padres, nos hacemos mayores, y va bien que los hijos nos den el relevo”. Aunque en este caso es algo más, explica el hijo. “Yo lo ayudo y él me ayuda a mí”. El objetivo era que la cerveza fuera natural. “Es artesana, muy digestiva, sin azúcares añadidos”. De la fábrica, de 120 metros cuadrados, salen 2.000 litros al mes que los Devall venden en pequeños comercios y supermerca­dos. La inversión que ha necesitado este emprendedo­r fue de 300.000 euros. Le gustaría producir más variedades e incrementa­r la producción a 5.000 litros al mes, explica. Mientras, su padre le mira, embelesado.

LAS GRANJAS RAMON “Cómo iba a poner trabas a mis hijos, si ellos son el futuro”

Es una explotació­n familiar, pero funciona como si fuese una empresa. Un cambio de mentalidad que Jaume Ramon, vecino de Agramunt, en la comarca ilerdense de Urgell, no dudó en asumir cuando sus dos hijos decidieron seguir sus pasos. Hoy los tres explotan varias granjas porcinas con una producción de 30.000 lechones al año. Las tareas de cada uno están perfectame­nte definidas. Las cosas les van bien, hasta el punto de que se plantean ampliar aún más el negocio.

La familia Ramon ilustra una nueva tendencia en el relevo generacion­al de las explotacio­nes ganaderas y agrícolas. Años atrás apenas había cambios cuando se daba ese relevo entre padres e hijos. Ahora, por el contrario, la vida en el mundo rural ofrece más alternativ­as, y muchos jóvenes payeses y ganaderos las aprovechan cuando cogen las riendas del negocio de sus mayores.

Aleix Ramon es un claro ejemplo de esa apertura de miras. Su principal ocupación está centrada en la explotació­n porcina, pero saca tiempo de donde no lo hay para embarcarse en nuevas aventuras. Este joven, de 30 años, aprovechó unas fincas familiares para montar la hípica Obrint Pas, una actividad que nada tiene que ver con las granjas porcinas, pero sí con el mundo rural. Jaume, el padre, le ayudó porque “en esta familia todo lo que se hace se consensúa antes. Y si él está ilusionado, nosotros no íbamos a ponerle trabas. Al fin y al cabo, él y su hermano son el futuro”. El padre está a punto de cumplir 65 años. ¿Jubilación? “Sí, pero activa”. Explica que seguirá al pie de la explota- ción mientras tenga fuerzas. Pero admite que si sus dos hijos no hubiesen decidido seguir sus pasos, “las cosas serían ahora muy diferentes”. Por ejemplo, nunca se habría dejado deslumbrar por un proyecto pionero para la calefacció­n de las granjas. La explotació­n de Agramunt mantiene el calor de las naves donde se crían los lechones (la temperatur­a siempre debe rondar los treinta grados) con un sistema que se alimenta de la biomasa de pacas de paja. Es un proyecto que nunca arredró a Aleix y a su hermano y que está dando buenos resultados, aunque el padre admite que jamás habría emprendido la aventura si él se hubiese quedado solo al frente del negocio.

GERIDA VITICULTOR­S “Comerciale­s, vendedores y mozos de reparto”

Los tres socios de Gerida Viticultor­s, Ricard Masalles, Gerard Moles y Daniel Pedro, son hijos y nietos de agricultor­es de la Conca de Barberà. Se conocieron estudiando enología. “Nuestra ilusión era continuar lo que habían hecho nuestras familias, pero…”, dice el primero. Sus padres y abuelos vendían la uva a una cooperativ­a para destinar más del 90% de la producción a elaborar vino base para el cava del Penedès. “Los precios de la uva han ido bajando y, si no innovábamo­s, en unos años esto sería insostenib­le”, añade Gerard. Eso y la amistad que entablaron en clase les empujó a crear su propia bodega. “El fin era mantener el legado familiar y garantizar la superviven­cia”. No ha sido fácil. Escogieron vivir del campo. No han dejado de cuidar las explotacio­nes de sus casas, pero hace tres años emprendier­on la aventura conjunta de elaborar y embotellar caldos con los viñedos familiares. Con cepas jóvenes y otras no tanto, de 85 años.

“La viña tiene futuro”, afirman. Entre los tres han invertido lo suficiente como para montar una primera bodega en los bajos de la casa de Ricard, en la localidad tarraconen­se de Blancafort. Tienen en mente construir la sede definitiva del negocio junto a los viñedos, el próximo año. Ahora elaboran unas 25.000 botellas y han calculado que la rentabilid­ad llegará cuando produzcan entre 60.000 y 80.000, algo que será posible cuando tengan las nuevas instalacio­nes a punto.

Sus vinos no han pasado desapercib­idos. “Queríamos calidad a un precio razonable”. El Galliné, un blanco joven elaborado con uva moscatel y parellada, obtuvo el año pasado un 9,36 en La guía de vins de Catalunya. Venden casi todas las botellas en la comarca, a restaurant­es o bien directamen­te en la bodega. “Queríamos que fuera un vino asequible, se vende a 6,50 euros y ha tenido muy buena acogida”. Elaboran otro blanco, El Poal (8 euros), y dos tintos: Encantats (7 euros) y Cúvic (9,50 euros). Además de trabajar como payeses y viticultor­es, también hacen de agentes comerciale­s y, si hace falta, de mozos de reparto.

 ?? DAVID AIROB ?? El hombre y el caballo. Ricard, de 27 años, dejó la filología y regenta una explotació­n con certificac­ión ecológica en el Garraf
DAVID AIROB El hombre y el caballo. Ricard, de 27 años, dejó la filología y regenta una explotació­n con certificac­ión ecológica en el Garraf
 ?? MERCÈ GILI ?? Jaume Ramon y uno de sus hijos, Aleix, con la paja que usan como biomasa en la granja de Agramunt
MERCÈ GILI Jaume Ramon y uno de sus hijos, Aleix, con la paja que usan como biomasa en la granja de Agramunt
 ?? AGUSTÍ ENSESA ?? Josep Devall comprueba el alcohol de las cervezas que produce con la cebada de su padre en Fonteta
AGUSTÍ ENSESA Josep Devall comprueba el alcohol de las cervezas que produce con la cebada de su padre en Fonteta
 ?? VICENÇ LLURBA ?? Josep Caselles, junto a su nieto Ricard, que ha fundado con dos socios más una bodega en Blancafort
VICENÇ LLURBA Josep Caselles, junto a su nieto Ricard, que ha fundado con dos socios más una bodega en Blancafort
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