Desmadre mantero
El fenómeno del top manta en Barcelona se ha desmadrado este verano. No hay que ser un lince para darse cuenta, y sería bueno reconocerlo cuanto antes, admitir qué se ha hecho mal y abordar las soluciones con urgencia. La batalla campal de los manteros contra la Guardia Urbana que se vivió el jueves en pleno corazón de la ciudad ha sido un serio aviso de que la situación se les ha ido de las manos a las autoridades municipales. La señal de alarma se ha encendido a partir de la imagen de la mujer herida por una pedrada y de los ciudadanos huyendo de la estación de metro. Lo admitió la misma alcaldesa Colau cuando dijo que se había traspasado una línea roja. Pero la cuestión es por qué hemos dejado que el problema se haya aproximado tanto a ese límite que hasta ahora se había mantenido a una razonable distancia.
Nos ha pasado lo mismo que a los pantanos. Cuando abres las compuertas, el agua fluye e inunda todo lo que encuentra a su paso. Con el agravante de que, previamente, se ha promovido un efecto llamada que ha llenado el embalse hasta los topes. La indefinición sobre cómo hay que abordar este asunto por parte del nuevo gobierno municipal y las instrucciones dadas a la Guardia Urbana para que actuara con tibieza han dejado el campo libre a esta actividad ilegal, perniciosa para los comercios que sí cum-
Más allá de las declaraciones urge un plan serio y dotado de los recursos necesarios para acoger a los refugiados
plen con sus obligaciones tributarias y que tampoco soluciona la precaria economía de los vendedores de la manta. Ellos mismos reconocen que es imposible vender nada con tanta aglomeración de mantas en la calle y en el metro. Es absurdo incluso para los manteros por poca experiencia comercial que tengan. El viernes, la foto cambió radicalmente, la Guardia Urbana hizo por fin su trabajo, y el top manta se retiró del centro para evitar males mayores. Fue el reconocimiento implícito del error cometido en este asunto. Siempre es mejor resolver el conflicto por la vía de la mediación y la negociación. Pero todo tiene un límite. El interés general debe prevalecer sobre la intención particular, especialmente si esta última está fuera de la ley.
Mientras se intenta reconducir este pésimo episodio estival, Barcelona ha abierto el frente de los refugiados ofreciéndose como ciudad de acogida. Ya dijimos aquí que esta actitud es loable, pero se debe llevar a cabo de forma ordenada para no generar un nuevo problema. Lo recomiendan los expertos que llevan años administrando situaciones similares. La solidaridad es buena y, en este caso, necesaria y urgente. Pero hay que huir de las improvisaciones y de gestos espontáneos que nacen con muy buena voluntad y se convierten en un enredo. Urge un plan serio, profesional, realista y que esté dotado de los recursos para que sea eficaz durante el tiempo que se requiera. Suficiente drama llevan en sus espaldas los refugiados como para que ahora les metamos en un nuevo túnel del terror.