La Vanguardia

La piel tras ‘La voz dormida’

JOSEFA PATIÑO (1921-2015) Correo del maquis. Militante comunista

- ADOLFO S. RUIZ

Lo hizo todo por amor, no por ideales políticos. Josefa Patiño, la mujer cordobesa en cuya vida se inspiró Dulce Chacón para escribir La voz dormida, ha fallecido a los 93 años en un hospital de la capital andaluza después de una larga enfermedad. Pepita Patiño ha muerto años después de que lo hiciera repentinam­ente la escritora extremeña que descubrió su historia, a la que siempre lloró.

Chacón inmortaliz­ó la historia de fidelidad de Josefa a su novio Jaime Cuello, miembro del PCE. Una historia de amor que sobrevivió a diecisiete años de cautiverio jalonada por apenas tres besos robados. Benito Zambrano llevó a la pantalla la historia, protagoniz­ada por María León, que recibió el Goya a la mejor interpreta­ción. Cuando subió al escenario a recogerlo, la actriz sevillana dedicó el premio a Josefa Patiño y “a todas las Pepitas del mundo, por ser mujeres valientes, generosas, que han conseguido perdonar pero no olvidar”.

Pepita y Jaime se conocieron en 1940 mientras ella iba a la cárcel a visitar a un tío suyo. Jaime la vio entre rejas y se enamoró de esa “rubia de ojos azules” que era una preciosida­d a sus 19 años. Cuello, militante del PCE, estaba condenado a veinte años de cárcel.

Favorecido por un indulto, Jaime y Pepita vivieron seis meses de pudoroso noviazgo hasta que las actividade­s políticas de Jaime volvieron a dar con él en la cárcel. Se unió al maquis que operaba en la sierra de Córdoba, pero pronto caería en una emboscada. Tras un interrogat­orio de 36 días en la comisaría de Córdoba, donde sufrió torturas diarias, fue juzgado por la ley militar y condenado a otros veinte años, esta vez sin posibilida­d de indulto. Tras dos años en la cárcel de Córdoba, fue trasladado al penal de Burgos.

Hasta 1960, la relación de Jaime y Pepita se limitó a una visita anual a Burgos, visitas en las que ella actuó durante algunos años como enlace entre su no- vio y el maquis que aún permanecía activo. El indulto general concedido en 1960 con motivo de la muerte de Juan XXIII permitió la salida definitiva de la cárcel de Jaime Cuello, con 45 años y el cuerpo deshecho. Nada más sentir la libertad, ambos contrajero­n matrimonio en Madrid gracias a un sacerdote anciano que se apiadó de su situación. Los intentos anteriores de ser casados les habían sido denegados “hasta que Jaime abjure de sus ideas”, tal y como exigía el capellán del penal.

Ambos compartier­on algo más de una década de vida en común, plena de felicidad pero con las consecuenc­ias imborrable­s de las torturas en el cuerpo de Jaime. Nunca pudieron tener hijos, y el hombre falleció en 1976 víctima del cáncer, sin poder ver la llegada de la democracia. Ese mismo día, Pepita Patiño se afilió al Partido Co- munista “para poder votar como él lo hubiera hecho. El día de la legalizaci­ón del PCE acudí con varios compañeros suyos a poner una corona de flores sobre su tumba”, recordaba.

Patiño forjó una gran amistad con María León e Inma Cuesta, la actriz que daba vida en la ficción a Hortensia, una hermana que en la realidad nunca existió. Ella, que nunca quiso ver la película porque “no hubiera podido soportar tanto sufrimient­o”, recordaba que “no paramos de llorar” un día que las actrices acudieron a visitarla en Córdoba poco antes del estreno de la película de Benito Zambrano.

“Todo fue por amor, no por política. Por amor a Jaime me quedé sin juventud y me volvería a quedar las veces que hiciera falta”, señalaba hace unos meses.

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PACO CAMPOS / EFE

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