La Vanguardia

El yayo del atletismo

AQUILINO SOTO (1926-2015) Atleta, subcampeón del mundo de veteranos

- PALOMA ARENÓS

El veterano atleta Aquilino Soto, de Sabadell, era, sobre todo, un hombre tenaz y generoso. Conocido cariñosame­nte como el yayo por sus compañeros de carreras, falleció el miércoles víctima de un cáncer tras una vida llena de trabajo y esfuerzo, dos puntales de su vida que siempre defendió. Fue un hombre singular en todos los sentidos.

De su Cuba natal, donde sus padres habían emigrado, se desplazaro­n a Francia y luego a León, donde trabajó de labrador y zapatero hasta que cumplió los 25. Fue luego a trabajar en el sector textil a Sabadell. Con 62 años, Soto acompañaba a su nieta a entrenarse en las pistas de atletismo de Sabadell. “Como espectador, siempre me había gustado el atletismo. Así que mientras esperaba a la niña, decidí probar a correr. Tenía que parar cada 10 minutos porque mi cuerpo no estaba acostumbra­do, pero poco a poco fui aumentando la duración”, recordaba a este diario hace años.

“No había corrido nunca antes en mi vida, ni había practicado ningún deporte. Como mucho, hacía largas caminatas con un vecino”.

Al final, se hizo socio de la Joventut Atlètica de Sabadell y en 1993 se federó en la categoría de veterano en la Federación Española de Atletismo. Después corrió por el Club Natació de Sabadell durante muchos años. Entre sus mejores marcas está la de subcampeón del mundo de 25 kilómetros (1 hora, 52 minutos y 33 segundos) con 70 años; la de campeón de España de medio maratón en el 2002 o la medalla de oro de cross, que ganó en la categoría de mayores de 80 años.

Curiosamen­te, a los 56 años, los médicos le habían dado la invalidez permanente por una artrosis que le obligó a hacer rehabilita­ción, y tenía un menisco roto. Pero gracias a las carreras, el dolor fue remitiendo y dejó de medicarse. Afirmaba que el atletismo había sido el gran regalo de su vida, ya que le había dado “salud, la alegría de vivir y el reconocimi­ento social”. Soto entrenaba tres veces por semana hasta hace cinco años. Después, debido a una lesión, redujo su marcha y a los 85 años aún caminaba dos horas cada día por Sabadell.

“Correr siempre me ha dado mucha energía”, explicaba con su sonrisa perenne. La suya fue una carrera de optimismo vital.

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GEMMA MIRALDA

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