La Vanguardia

Premio al mejor lirio en la mano

- Quim Monzó

El sábado empezaron a disputarse los partidos de la serie B (la segunda división) de la Liga italiana de fútbol. La novedad es que los árbitros saltarán al campo con tres tarjetas en el bolsillo: la roja y la amarilla, ya conocidas, y una nueva, de color verde. Es una tarjeta que se probó en categorías juveniles pero que hasta ahora no se había usado a nivel profesiona­l. Como no hay que apresurars­e, la aparición efectiva de la tarjeta tendrá lugar dentro de tres jornadas, lo que demuestra que se trata de una idea de última hora. La nueva tarjeta no servirá para señalar faltas sino lo contrario, lo que llaman fair-play. La mostrarán, por ejemplo, para remarcar la honestidad de un jugador que, en posesión de la pelota, la tire fuera para ayudar a un adversario que se haya lesionado, que avise de que ha cometido falta aunque el árbitro no la haya silbado o que se ha tirado a la piscina. El presidente de la serie B explica: “Se trata de una recompensa para los deportista­s que se comportan de forma positiva en el juego y en el deporte en general. La iniciativa quiere servir de estímulo para el respeto recíproco y los valores del fútbol”. Otro detalle que

Johan Cruyff dijo “fútbol es futbol”, no que fuese un baile de debutantes

demuestra que la idea es improvisad­a es que aún no se sabe cuál será el premio si te sacan tarjeta verde. Todos tenemos claro qué castigos implican las tarjetas amarilla y roja pero, de los premios de la verde, ni mu. Sólo dicen que se irán sumando a lo largo de la temporada y que, cuando se acabe, recompensa­rán al jugador más limpio. ¿Cómo? Ni sus impulsores lo saben.

De las muchas tonterías que se oyen en el mundo del fútbol esta es una de las mayores. ¿Cómo va a reconocer que se ha echado a la piscina un futbolista que, precisamen­te, toma clases nocturnas de actuación para poder simular mejor que le han hecho falta? ¿Si el árbitro se ha creído que realmente lo han empujado dentro del área y ha señalado penalti, el jugador se levantará y le dirá al árbitro: “Usted perdone pero lo he fingido”? ¿Cómo reaccionar­á la grada, cuando vea que ese jugador ha conseguido que no puedan chutar el penalti porque ha sido honesto? Lo más suave que le dirán es “¡Giii-li-pooollas!”.

Hace un par de años, en el paseo Lluís Companys, vi un stand de la Fundació FC Barcelona, con un pequeño campo de fútbol. Jugaban niños y un altavoz repetía la importanci­a de los “valores” y de la “solidarida­d”. Jugaban a FutbolNet, una iniciativa que divide los partidos en tres tiempos. En el primero se pactan las normas de juego. En el segundo se juega el partido. En el tercero todos los jugadores evalúan el resultado. Y –agárrense fuerte– los partidos no los dirige un árbitro sino un moderador que argumenta con los niños cada jugada. ¡Y no gana quien marca más goles sino “quien respeta los valores de la solidarida­d”! Pero aquello era con niños, fácilmente manipulabl­es, pero en estadios de verdad, ¿a jugadores con pelos en los huevos les sacarás una tarjeta verde para premiarlos públicamen­te y así condenarlo­s a ser el hazmerreír de sus compañeros y sus seguidores?

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