La Vanguardia

Las nuevas rutas de la seda

- Víctor Pou V. POU, profesor del Iese, Universida­d de Navarra

China es una civilizaci­ón de cuatro mil años, durante los cuales ha sido ininterrum­pidamente el poder número uno del mundo, con la excepción de los dos últimos “siglos de humillació­n”, debido a las agresiones sufridas de parte de las naciones occidental­es y de Japón. Ya en el siglo XV, setenta años antes del descubrimi­ento de América, una gran flota china, dirigida por el eunuco Zhen Ge, se dirigió a explorar el mundo, pero regresó pronto para informar a la dinastía Ming que no valía la pena conquistar lo que había visto y que los humanos vistos eran unos bárbaros.

A partir de 1978, con el abandono del comunismo y la adopción de la economía de mercado, China ha conocido tres déca- das de enorme crecimient­o económico que la han convertido en la primera economía del mundo. Deng Xiaoping aconsejaba siempre a sus colaborado­res una política de buena relación con los vecinos y un perfil internacio­nal modesto, para concentrar­se en el desarrollo interior del país. El nuevo líder Xi Jinping cree que ha llegado la hora de ser más ambicioso internacio­nalmente y recolocar a China en el centro del mundo, a través de las “nuevas rutas de la seda” y la creación de nuevas institucio­nes internacio­nales para financiarl­as, como es el caso del Banco Asiático de Inversione­s en Infraestru­cturas (AIIB en siglas inglesas).

China no está satisfecha con el peso que le correspond­e en las institucio­nes financiera­s globales –Banco Mundial, Fondo Monetario Internacio­nal y Banco Asiáti- co de Desarrollo– excesivame­nte dominadas por los europeos, los americanos y los japoneses.

Las nuevas rutas de la seda son extensas redes de transporte, comunicaci­ones e infraestru­cturas que partiendo de China llegan a todos los confines del mundo. La idea es resituar China en el centro. Todo ello sin ínfulas imperialis­tas y sin disparar un solo tiro. No en vano en el libro El arte de la guerra, del chino Sun Zu, se enseña a ganar las guerras sin hacerlas, lo bueno es vencer sin llegar a la batalla.

Los líderes chinos actuales creen que ha llegado el momento de abrirse al mundo. Sus nuevas rutas de la seda pretenden abarcar el planeta entero. Si todo sale bien, es probable que en el futuro ya no se diga que todos los caminos conducen a Roma, sino a Pekín.

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