Las nuevas rutas de la seda
China es una civilización de cuatro mil años, durante los cuales ha sido ininterrumpidamente el poder número uno del mundo, con la excepción de los dos últimos “siglos de humillación”, debido a las agresiones sufridas de parte de las naciones occidentales y de Japón. Ya en el siglo XV, setenta años antes del descubrimiento de América, una gran flota china, dirigida por el eunuco Zhen Ge, se dirigió a explorar el mundo, pero regresó pronto para informar a la dinastía Ming que no valía la pena conquistar lo que había visto y que los humanos vistos eran unos bárbaros.
A partir de 1978, con el abandono del comunismo y la adopción de la economía de mercado, China ha conocido tres déca- das de enorme crecimiento económico que la han convertido en la primera economía del mundo. Deng Xiaoping aconsejaba siempre a sus colaboradores una política de buena relación con los vecinos y un perfil internacional modesto, para concentrarse en el desarrollo interior del país. El nuevo líder Xi Jinping cree que ha llegado la hora de ser más ambicioso internacionalmente y recolocar a China en el centro del mundo, a través de las “nuevas rutas de la seda” y la creación de nuevas instituciones internacionales para financiarlas, como es el caso del Banco Asiático de Inversiones en Infraestructuras (AIIB en siglas inglesas).
China no está satisfecha con el peso que le corresponde en las instituciones financieras globales –Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional y Banco Asiáti- co de Desarrollo– excesivamente dominadas por los europeos, los americanos y los japoneses.
Las nuevas rutas de la seda son extensas redes de transporte, comunicaciones e infraestructuras que partiendo de China llegan a todos los confines del mundo. La idea es resituar China en el centro. Todo ello sin ínfulas imperialistas y sin disparar un solo tiro. No en vano en el libro El arte de la guerra, del chino Sun Zu, se enseña a ganar las guerras sin hacerlas, lo bueno es vencer sin llegar a la batalla.
Los líderes chinos actuales creen que ha llegado el momento de abrirse al mundo. Sus nuevas rutas de la seda pretenden abarcar el planeta entero. Si todo sale bien, es probable que en el futuro ya no se diga que todos los caminos conducen a Roma, sino a Pekín.