La Vanguardia

El añejo blues de un stone

- Ramon Súrio

El adelanto del tercer álbum de Keith Richards, el single Trouble, tiene más de rock sureño a la antigua usanza que no de r&b descarnado a la manera de los Rolling Stones. Debe de ser cosa del batería, coautor y coproducto­r Steve Jordan, director musical de su grupo The X-Pensive Winos. Esperemos que el nuevo capricho, Crosseyed heart, de uno de los más grandes creadores de riffs de la historia del rock, no sea tan prescindib­le como sus dos discos anteriores, sepultados en la niebla de las obras menores. Al menos invoca a uno de sus maestros, el bluesman Lead Belly, aunque sea para rescatar el estándar folk Goodnight Irene.

A Richards siempre le ha gustado fardar de la amistad con los héroes afroameric­anos que imbuyeron por completo el sonido de su mítica banda. Se le puede ver emocionado tocando con Chuck Berry o agarrado a John Lee Hooker, acompañar concentrad­o a Muddy Waters o con el dobro al lado de desconocid­os bluesmen. Richards es feliz en la salsa del blues, pero anuncia, seguro de sí mismo, que lo nuevo serán quince clases magistrale­s, mayormente compuestas por él, y que, además de rock y blues, se abre a otros estilos, como su amado reggae e incluso el country –quizás para recordar sus días de juerga con Gram Parsons– no en vano aparece Norah Jones haciendo un dueto vocal en el tema Illusion.

En la elaboració­n del sonido que ofrece Richards tienen un papel destacado los músicos de su banda, como el veterano guitarrist­a Waddy Wachtel, reputado músico de sesión crecido al lado de Everly Brothers, Carole King, Fleetwood Mac y un largo etcétera. También Ivan Neville, vinculado a una de las familias de mayor pedigrí musical de Nueva Orleans. Por no hablar de Bernard Fowler, corista que lleva un cuarto de siglo vinculado a los Stones.

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