‘Italian fashion’
Hubo una época en que darse una vuelta por la canasta de Italia era más arriesgado que lanzarse en paracaídas. Volaban los codos, peligraba la dentadura del rival y casi siempre se salían con la suya. Corrían los años 80 y, punto a punto, defensa a defensa, el equipo italiano no bajaba de la élite del baloncesto mundial. Tiempos que no volvieron y que tienen su última reminiscencia en los Juegos de Atenas del 2004. Allí cazaron la plata contra pronóstico. Desde entonces lo mejor que han hecho es un octavo puesto en el Europeo de 2013. Otra generación quiere regresar al primer plano para terminar una década de fracasos. Pero no tiene nada que ver con aquella que lideraba en los años gloriosos el veterano y eterno Dino Meneghin. Ahora sus líderes suelen ser cosmopolitas, guapetones y lucir galones NBA, aunque eso hoy en día tampoco es garantía de superioridad. Esta noche se enfrentan a España (21.00 h) en el tercer partido del Campeonato de Europa. Danilo Gallinari, Marco Belinelli y Andrea Bargnani permanecen en la mejor liga del mundo, a la que podría llegar en un futuro el cañonero Alessandro Gentile.
Les une el intento por reflotar a Italia y el gusto por la moda o las modelos. A saber, Gallinari, una celebridad en Italia, posa para Armani, Belinelli participa en la industria de la moda y Gentile presume de ser compañero sentimental de una modelo brasileña. No es de extrañar que aquí se produzca otra conexión que tiene que ver con una de las capitales mundiales de las tendencias: Milán. Gallinari es hijo de Vittorio, capitán del Olimpia Milán en su época y campeón de la Copa de Europa en 1987. Era un gran defensor y compartía vestuario con el italo-estadounidense Mike d’Antoni. Cuando este tomó las riendas de los Knicks de Nueva York reclutó en el draft al hijo de su excompañero, ayudando a conformar una especie de Little Italy en la NBA. En la capital lombarda también brilló Danilo antes de cruzar el charco, allí volvió durante el cierre patronal estadounidense y allí trabajó a las órdenes del actual seleccionador español, Sergio Scariolo, que le conoce muy bien. Danilo Gallinari tiene dos apodos. Uno es il Gallo (el Gallo), el otro es el Predestinado. No sólo por ser hijo de un jugador de baloncesto (su madre fue atleta), sino por su fecha de nacimiento: el 8/8/1988. Por eso no podía lucir otra camiseta que la del número 8. Aunque si fuera muy supersticioso, ya se la habría cambiado porque tiene un historial de lesiones que le han interrumpido la carrera. Eso no ha impedido que sobresaliera en las últimas temporadas, ya en los Denver Nuggets, y se convirtiera en un potencial All Star. Dice que la lectura –estudió filosofía– es una gran compañera de viajes para contrarrestar los obstáculos. Está bien asesorado por su padre, licenciado en Economía y que le hace de representante. Un agente que está feliz con el último contrato de su hijo, que ganará 15 millones de dólares la próxima temporada.
“Quién los pillara”, debe de pensar Alessandro Gentile. Él todavía no es NBA, pero es el jugador más destacado del equipo de Milán. Y también tiene el baloncesto en la sangre
AÑOS DE DEPRESIÓN Desde la inesperada plata en los Juegos de Atenas del 2004, el ‘pallacanestro’ no vive éxitos
porque es el hijo menor de Nando Gentile, aquel base que se jugaba el último tiro, que despuntó en Caserta y que levantó la Euroliga en el Panathinaikos pero que también jugó en el Olimpia milanés. Ahora ve con orgullo como sus dos hijos, Alessandro y Stéfano, han sido internacionales por Italia.
Los padres eran gente de carácter, algo que los hijos todavía han de demostrar. Porque si algo se le critica a esta selección en construcción es su déficit de juego colectivo, quizás porque sus figuras acumulan demasiado tiempo en un liga tan individualista como la NBA. En esa competición lleva dando tumbos Bellinelli desde 2007, aunque tiene un anillo de campeón con los Spurs, y allí trata de cumplir las expectativas desde 2006 Bargnani, primer europeo en ser elegido número 1 del draft y un jugador que siempre va a la suya.
Italia busca puntos de conexión, ya sea la moda, Milán o la NBA para volver a estar en boga. Hace demasiado que el pallacanestro vive en la depresión. Quieren salir del pozo.