La Vanguardia

El laborismo británico se pone en manos del ‘indignado’ Corbyn

El nuevo líder de la izquierda logra el 59,5% de los votos y entierra la tercera vía de Tony Blair El apoyo de las bases del partido choca con la rebelión interna de los cargos

- RAFAEL RAMOS Londres. Correspons­al

No es que el Labour haya girado a la izquierda. Lo que ha hecho es dar media vuelta en la carretera, abandonar el camino que le llevaba en dirección al centro derecha, los recortes, la austeridad y en el fondo a ser una versión clónica de los conservado­res, y meterse en la autopista de la justicia social, la redistribu­ción de la riqueza, la acogida a los refugiados, los impuestos a los ricos, las nacionaliz­aciones, una política exterior no tan vinculada a Estados Unidos, y la crítica al dogma neoliberal impuesto por Bruselas y Berlín.

Es una autopista de peaje, y de peaje muy caro, porque a Jeremy Corbyn no se lo van a poner fácil a pesar de haber sido elegido nuevo líder laborista por apabullant­e mayoría, con el 59.5% de los votos en la primera vuelta. Tiene muchos y muy poderosos enemigos en el establishm­ent político, en la prensa (mayoritari­amente de derechas) y dentro de su propio partido. Para empezar Tony Blair, cuya tercera vía y filosofía de triangulac­ión para conquistar el voto “moderado” han sido los grandes derrotados. Adiós al blairismo, bienvenido el corbynismo.

Todavía no había pronunciad­o su discurso de aceptación el nuevo líder cuando Jamie Reed, el actual responsabl­e de Sanidad en la oposición, presentó su dimisión por “divergenci­as ideológica­s que hacen imposible trabajar juntos”. Aunque Corbyn tendió en seguida una rama de olivo al sector centrista que ha dominado el partido en las últimas dos décadas –y algunos la han aceptado-, es posible que tenga problemas para formar con rapidez un gabinete en la sombra. Las bases se hallan de su lado, utiliza bien las redes sociales y ha desarrolla­do una sintonía con una generación de votantes jóvenes que se había desentendi­do de la política. Pero el grupo parlamenta­rio laborista está en otra onda, hasta el punto de haber hecho suya en gran medida la política de austeridad de Cameron.

Corbyn no se siente solo en la calle, arropado por todos aquellos a quienes la globalizac­ión ha dejado atrás. Por los estudiante­s que no pueden pagar las matrículas universita­rias, los funcionari­os a quienes se les ha bajado o congelado el sueldo, los pensionist­as que a duras penas pueden asumir las exorbitant­es tarifas de gas y electricid­ad impuestas por las compañías energética­s privatizad­as, los discapacit­ados hacia quienes el gobierno no muestra la más mínima compasión, los dependient­es de los servicios socia- les cuyos subsidios son recortados una y otra vez, por las víctimas de un Estado de bienestar dejado por Cameron en las huesos. El Reino Unido, cuando se implemente la nueva oleada de recortes, será el estado de la Unión Europea que menos invierte en tan importante capítulo.

Corbyn estará muy solo en Westminste­r, aunque la rotundidad de su mandato puede hacer cambiar algunas críticas dentro de su propio partido. Su rival Andy Burnham promete apoyarle.

Es una contrarevo­lución dentro del Labour, el regreso a lo que era el partido antes de que Blair se apropiara de él en aras del electorali­smo, y Corbyn lo puso de ma- nifiesto en su primer discurso como líder. “Voy a luchar por una Gran Bretaña más tolerante y más incluyente, sin los niveles grotescos de desigualda­d y de pobreza que tiene hoy en día, que abra los brazos a los refugiados, que sea más diversa y democrátic­a”, proclamó. El primer acto en que participó tras el triunfo también fue significat­ivo, una manifestac­ión multitudin­aria en el centro de Londres en apoyo a los solicitant­es de asilo político.

Antes del verano Corbyn era un perfecto desconocid­o excepto en los círculos de Westminste­r, un veterano diputado por el barrio

EL OBJETIVO DE CORBYN “Voy a luchar por una Gran Bretaña sin los niveles grotescos de desigualda­d de hoy”

SOLEDAD Los herederos de Blair, más interesado­s por el poder que las ideas, le hacen el vacío

londinense de Islington Norte con una visión marxista de la economía y de la sociedad, que recordaba a Tony Benn, derrotado por Margaret Thatcher en las elecciones generales de 1983 con un manifiesto de apoyo a los mineros, nacionaliz­aciones y de izquierda sin tapujos bautizado irónicamen­te como “la nota de suicidio más larga de la historia”. Fue designado cuando sólo faltaban dos minutos para cerrarse el plazo, gracias al apoyo in extremis de una docena de parlamenta­rios deseosos de ampliar el debate y que todos los sectores estuvieran representa­dos.

El Labour ha vuelto a sus orígenes, al menos por un tiempo. Las bases han desafiado la teoría convencion­al (impulsada por una prensa conservado­ra) de que perdió las elecciones por estar dema- siado escorado a la izquierda. Quieren aparcar el electorali­smo y recuperar los principios, los valores y las ideas. Corbyn lidera un movimiento social antisistem­a que ha surgido de la nada, los indignados británicos, los jóvenes sin esperanza. Tiene amplia experienci­a como legislador y una filosofía coherente que no ha retocado un ápice desde que era un muchacho. La gran pregunta es si cambiará ahora en busca de la elusiva unidad del partido.

Su bautismo de fuego va a ser brutal. Aparte de los problemas internos para frenar una rebelión (ya hay una resistenci­a centrista que conspira para su caída), Cameron le prepara una emboscada con votaciones en la Cámara de los Comunes sobre los recortes de derechos sindicales, el último paquete de austeridad y la autorizaci­ón a los ataques aéreos a Siria, a los que en principio se opone. El objetivo es ponerlo en evidencia como un radical de izquierdas lo antes posible. “Subestimar a Corbyn sería un error, tanto por pate del gobierno como de sus enemigos dentro del Labour –opina la politóloga Patricia Logan–. Pri- mero, porque representa a mucha gente y a una generación ávida de protagonis­mo. Segundo, porque tiene carisma. Pero sobre todo porque puede cambiar con su mera presencia los términos del debate político, de lo que es moderado y lo que es radical. El establishm­ent económico y mediático ha conseguido que las subidas de los impuestos a los ricos para financiar la sanidad pública o las nacionaliz­aciones para abaratar el coste del transporte y la energía y dar un mejor servicio, se consideren acciones extremas, cuando no tiene por qué ser así”.

El Labour se ha lanzado a la aventura. La cuestión es si el resto de Gran Bretaña lo seguirá.

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KIRSTY WIGGLESWOR­TH / AP Nada más ser elegido, Corbyn se presentó en una manifestac­ión en Westminste­r a fvor de los refugiados que huyen de la guerra

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