La clave: movilizar
Nunca hubo unas elecciones más trascendentales. Ni las primeras del 77, ni las del 82 que llevaron al socialismo al poder. En estas se dirimía un gobierno y la preeminencia de partidos. El 27-S se decide la voluntad de crear un nuevo Estado y la desmembración de otro. Pase lo que pase, serán unas urnas históricas. Si gana la independencia, por razones obvias. Si pierde, por lo que anunció Artur Mas: se acabó el proceso. Las encuestas, manifestaciones aparte, perciben un empate técnico con ventaja de Junts pel sí. La fuerza de los independentistas es que han ilusionado y movilizado a su electorado. Tienen discurso. La esperanza de los unionistas está en el misterioso voto oculto y en que una difusa y desconocida mayoría silenciosa que nunca fue a la Diada ni votó en las autonómicas emerja de las catacumbas de la abstención. Pero están divididos. Discuten entre sí por la primacía. Llaman a votar por ideología, tanto como para permanecer en España.
La clave del desenlace estará, por tanto, en la movilización social. Esta es la batalla por los indecisos, que son muchos, pero no más que en otras elecciones. Todo se decidirá por el movimiento de un pequeño porcentaje que no llega al 5 por ciento de los votantes. No cabe más suspense. No cabe mayor emoción.
Sólo pido una cosa: honestidad. Honestidad de líderes y partidos para exponer al ciudadano las ventajas e inconvenientes de estar o salir de España. Y veo exagerados avisos de desastre y fantasiosas ofertas de paraíso terrenal.
Esta es la batalla por los indecisos, que son muchos, pero no más que en otras elecciones