La Vanguardia

Y, entre tanto, ellos van haciendo

- Joaquín Luna

Aunos les roba España, a otros sus cónyuges y a mi, esta semana, las compañías aéreas y todo por huir de Catalunya en fechas señaladas. Dios y los servicios de reclamacio­nes me han castigado.

Yo antes no era un querulante. ¿Que mi maleta se iba por su cuenta a Tenerife? Procuraba que todo el aeropuerto me oyera: “¡Esto sólo pasa en España!”. Los españoles allí presentes solían jalear la autocrític­a, casi patriótica, y todos nos marchábamo­s desahogado­s a casa, sin maleta, claro, ni reclamació­n por escrito pero con el orgullo de haber montado un pitote aeroportua­rio.

Uno profesa cariño al Iese y a Esade pero: ¿quién ha sido, cómo se llama, dónde vive, el genio que inventó el timo de los servicios de reclamacio­nes de las grandes compañías? Ha logrado acabar con los motines y el “¡se van a enterar!” y nos ha sedado con quejas por escrito que van a ninguna parte.

Llega uno a El Prat procedente de Menorca con Vueling el martes 8 y maleta facturada. El panel anuncia la cinta 10 pero la maleta nunca sale en 45 minutos de espera. Tiene mérito perderla en un vuelo de chichinabo. Hay dos empleados

¿Dónde vive, cómo se llama, el genio que ha inventado el timo de los servicios de reclamacio­nes?

en Iberia para atender reclamacio­nes del equipaje de... ocho compañías. Así yo también logro beneficios. Mi turno (tras 40 minutos de espera). –¿Ha mirado en la cinta 3? No, claro. Ya entiendo que puede ser entretenid­o mirar las cintas de vuelos ajenos pero... Allí está la maleta, en un Vueling procedente de Mallorca. –Habrán sido los de Aena. Eso contesta el empleado. Reclamació­n en Vueling. Hay que respirar, moderar el estilo y darle un tono jurídico, con enjundia pero sin artificios ni juicios de valor. Dudo entre reclamar el billete a cambio de las dos horas perdidas o exigir la dimisión de algún consejero de la compañía (o del cuñado del presidente). Dos días después, recibo un correo: estamos trabajando para recuperar su maleta. ¡Ni siquiera han leído mi brillante reclamació­n! Hay un número telefónico. Me vienen a decir que para qué leches les hago perder el tiempo si ya tengo mi maleta. Y la voz femenina concluye: –En los próximos días recibirá segurament­e una disculpa.

Respiro tranquilo. Muy ilusionado. Igual incluso me tratan de tú y me animan a seguir mejorando en mis quejas. Quizás me ofrezcan un descuento en futuros másteres en reclamacio­nes...

Viajo el miércoles a Málaga con Ryanair sin haber podido descargar la noche anterior los billetes en PDF por error en su sistema informátic­o (no me deja “aceptar”, último trámite de la facturació­n electrónic­a, tras haber sorteado en todos los intentos las trampas –¡a su edad!– para endilgarte un seguro de viaje). Ventanilla de Ryanair:

– Son 99 euros... A veces, es verdad, falla nuestro sistema. Usted reclame.

Me imprimen las tarjetas de embarque a 50 euros cada una con errores en las filas. Y me dan una hoja con dos direccione­s para reclamar... que no contemplan el asunto de la reclamació­n.

Entre tanto, ¿república o monarquía?

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