La escuela resiste
Prat de Comte estrena el curso con ocho alumnos nuevos tras el llamamiento del alcalde
ACarme Martínez todavía le queda alguna caja por abrir. Se instaló con sus tres hijos en la casa que hay junto al Ayuntamiento de Prat de Comte en agosto. Ella se encargará de la tienda de aguardientes y mañana Hannibal, Aitana y Bertran comienzan el curso en la escuela de Prat de Comte. También tienen la cartera a punto Roger, Guillem y Núria, los tres hijos de Eva e Isaac, la pareja que ahora gestiona el albergue de este pequeño pueblo de la Terra Alta. El llamamiento del alcalde ofreciendo trabajo y vivienda asequible colapsó el Ayuntamiento con un alud de peticiones pero ha dado resultado. El colegio iba a cerrar y no sólo se ha evitado sino que se ha tenido que contratar a otra profesora a media jornada.
“De todo lo que he hecho como alcalde, esto ha sido lo más bonito; hemos trabajado mucho pero hemos recibido el mejor premio... que te cierren la escuela es algo muy duro, es lo peor”, mantiene el alcalde, Joan Josep Malràs (CiU). La previsión que tenía la pasada primavera, cuando La Vanguardia publicó su ofrecimiento, era que sólo cuatro niños continuarían en la escuela y que, por tanto, el Departament d’Ensenyament se vería obligado a cerrar el centro. Sin embargo, a los seis niños nuevos (los hijos de las dos familias que se han instalado en el pueblo), hay que añadir otros dos que hasta ahora iban a un colegio de Tortosa y que se han cambiado para quedarse en Prat de Comte. Además, su madre está embarazada del tercero. “Hemos pasado de cuatro alumnos a doce, es una verdadera satisfacción, el trabajo que hemos tenido para gestionar todo este asunto ha valido la pena”, añade el alcalde, orgulloso de que “tanto los trabajadores del Ayuntamiento como el pueblo se haya implicado para que la iniciativa tuviera éxito”, dice. Todavía ahora, siete meses después, la gente sigue llamando interesándose por la oferta de trabajo. El Ayuntamiento contestó por mail a las más de 600 familias interesadas en mudarse a Prat de Comte que rellenaron el formulario.
“Leímos la noticia de que Prat de Comte buscaba a familias y nosotros siempre habíamos querido vivir en un pueblo, bajar el ritmo de vida... y hacia años que barajábamos la idea de llevar una casa rural”, explica Eva Salvadó. Junto a su marido, Isaac Fibla relle- naron la solicitud para gestionar el albergue del pueblo, una de las tres opciones de trabajo que proponía el Ayuntamiento (las otras eran la tienda y el negocio de aguardientes y la gestión de la agrotienda que hay en el punto de información del parque natural dels Ports, ubicado a la entrada del pueblo y que se adjudicará antes de que acabe el año).
Los Fibla vivían en Tortosa (a media hora en coche de Prat de Comte). Ambos son profesores (ella trabaja media jornada) y sus tres hijos tienen entre 6 y 10 años. Todo encajaba perfectamente. El Ayuntamiento redactó las bases y sacó a concurso la gestión del albergue y valoró su petición como la más idónea. Dos días después, la familia se instaló en este enorme edificio de más de 600 metros cuadrados, con capacidad para alojar a 60 personas y que ahora también es su casa. “Nos hemos sentido muy bien acogidos y bien acompañados, la gente es encantadora”, insiste Eva.
Los Fibla dedicaron las primeras semanas a poner al día el albergue: han hecho obras y lo han pintado, tanto las habitaciones como el restaurante, donde ofrecen menús caseros. Los vecinos se han convertido este verano en clientes asiduos: “Apenas somos 200 vecinos, somos un pueblo pequeño pero muy activo”, dice el alcalde, que en mayo renovó su tercera legislatura.
“Una amiga me comentó la posibilidad de trabajar aquí y llamé”, explica Carme Martínez. El albergue le pareció demasiado para ella, que está separada, y opto por la tienda y las posibilidades que ofrecía la comercialización del aguardiente del pueblo. “Valoraron mi solicitud con 19 puntos sobre 25 y aquí estoy”, dice. No viene de muy lejos, vivía en Arenys de Lledó (en el Matarranya) desde hace cinco años cuando, junto a su expareja también decidieron cambiar el paisaje urbano de Sant Esteve Sesrovires por un entorno rural. “Los niños se han adaptado perfectamente y están muy contentos”, asegura. Ella tiene previsto comercializar desde la tienda no sólo el aguardiente (L’Esperit del Comte), sino también otos productos de la zona, como los de cosmética natural Carícies d’Oli, que también se elabora en el pueblo.
El Ayuntamiento ha gestionado más de 600 peticiones de familias dispuestas a mudarse al pueblo