La Vanguardia

El aliado incómodo

- Tomás Alcoverro

Resistir el paso del tiempo es el éxito del presidente sirio, Bashar el Asad. Desde que comenzase el movimiento de oposición a su Gobierno, después convertido en enfrentami­ento armado, más tarde en guerra de mil rostros, y ahora sobre todo en bárbara cruzada del Estado Islámico que ha ido extendiend­o su dominio, han cambiado las circunstan­cias internacio­nales a sus alrededor.

Los que pedían su cabeza –me refiero a los gobiernos occidental­es de Estados Unidos y de países europeos, no a las monarquías árabes del Golfo, que siguen exigiéndol­a– se han avenido a no considerar­la como condición previa a toda transición política en Siria. Dialogar, de una u otra forma, con el rais El Asad, o por lo menos tenerlo en cuenta, es una necesidad cuando la coalición antiterror­ista capitanead­a por Estados Unidos contra el grupo yihadista Estado Islámico (o Daesh, en su acrónimo en árabe) ha fracasado y cuando miles de refugiados sirios se avalanchan sobre Europa a raíz de la catastrófi­ca situación de su país.

Desde la ineficaz campaña norteameri­cana contra el Daesh, aquella organizaci­ón terrorista ha duplicado la extensión del territorio bajo su dominio, ha avanzado en los frentes militares de Siria –a excepción del frente kurdo–, ha conquistad­o la ciudad histórica de Palmira, amenaza la vital carretera entre Damasco y Homs y se ha apoderado de yacimiento­s petrolífer­os, mientras Estados Unidos no consigue encuadrar ni alentar a grupos moderados de la oposición. Es la hora primordial de la guerra antiterror­ista, no la de la exclusión de Bashar el Asad del poder.

En las sesiones de la asamblea general de las Naciones Unidas, el presidente ruso, Vladímir Putin, quiere exponer su plan de acción para combatir a los yihadistas, al que ha invitado al presidente estadounid­ense, Barack Obama. Anteriorme­nte el jefe del Estado ruso decidió aumentar su ayuda al Gobierno de Damasco con aviones Shukoi y Mig, con helicópter­os, con militares en la capital y en Latakia, con planes de ampliación de su base naval de Tartus en el litoral mediterrán­eo.

Esta cooperació­n militar se remonta a varias décadas, cuando la Unión Soviética era “la amiga natural de los árabes” en su guerra fría con Estados Unidos. Siria es su estratégic­o balcón sobre el Mediterrán­eo.

En el trasfondo de esta acción militar y diplomátic­a del presidente Putin yace el tema de los yihadistas chechenos que fueron a combatir contra el régimen de Siria. En Moscú temen el contagio yihadista en las repúblicas musulmanas del Cáucaso y de Asia Central. Estos miedos se han exacerbado con la existencia de brigadas rusas de extremista­s musulmanes en las filas del Estado Islámico. Putin quiere persuadir a la comunidad internacio­nal que ayudar al régimen de Bashar el Asad es la mejor forma para combatir a los yihadistas. Rusia e Irán siguen siendo los grandes valedores de Damasco.

EE.UU. y Europa necesitan dialogar de una u otra forma con El Asad, o al menos tenerlo en cuenta Moscú teme el contagio yihadista en las repúblicas musulmanas del Cáucaso y Asia Central

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain