Mercado musical
Vic acoge tres grandes ferias anuales que reúnen a decenas de miles de visitantes: el Mercat del Ram (centrado en el mundo del payés), el Mercat Medieval (ligado a la artesanía y a los oficios antiguos) y el Mercat de Música Viva (MMVV). Días atrás, la 27.ª edición del MMVV tuvo una inmejorable acogida de público y programadores, con cincuenta conciertos (veinte de los cuales estrenos y presentaciones de nuevos trabajos). Las cifras oficiales hablan de 110.000 visitantes, en un evento que se ha convertido en escaparate y espacio de negocio del sector musical, y que este año ha contado con la presencia 711 profesionales (entre programadores, promotores, agentes y periodistas de 92 medios de comunicación), además de 405 entidades provenientes de Catalunya, el resto del estado y 26 países.
La plaza Major quedó abarrotada con cerca de 10.000 espectadores cada noche para presenciar las propuestas de grupos catalanes consolidados, entre las cuales destacaron formaciones vinculadas a la comarca, como Obeses, Nyandú, Núria Graham o Els Catarres, un hecho que confirma que Osona sigue siendo una cantera de músicos, haciendo buena la denominación de “Liverpool català” acuñada en los años 80.
Más allá de la oferta gratuita, los conciertos de pago celebrados en la Atlàntida,
El concepto artístico imperante es demasiado dependiente del modelo anglosajón
o los ofrecidos en los escenarios de la zona del Sucre, las carpas, la Cava de Jazz y la plaza de la Catedral, funcionaron con interesantes propuestas de poprock, flamenco, folk, canción, jazz & soul y world music.
Hace 27 años, el primer MMVV levantó un enorme revuelo. Las calles de Vic se llenaron de gente proveniente de la metrópoli y de toda comarca, transformando la ciudad en una Babel musical repleta de escenarios, torres metálicas y con las neveras de los bares y restaurantes colmadas de bebidas y butifarras.
Con el paso de los años, el Mercat se focalizó en algunas zonas de la ciudad, y los establecimientos ajenos al radio de concentración de los conciertos tuvieron que reducir sus stocks. La desmesurada expectación de un modelo festivo, poco apoco se recondujo a la categoría de mercado y las cosas quedaron claras. El MMVV siguió ofreciendo espectáculos gratuitos a las masas, pero concretó su cara más mercantil, propiciando contactos profesionales entre los agentes musicales, con la finalidad de comprar y vender música en directo.
Aunque hoy el MMVV está consolidado, quizás habría que replantearse el concepto musical imperante (demasiado dependiente de la industria discográfica, los lobbies mediáticos, los festivales y el modelo electrificado anglosajón). Se deberían abrir más puertas a la música entendida como un arte energético y libre (sin pagar el exagerado peaje de los dictados de la moda) y recuperar el eslabón perdido que une la creación pura con las diferentes tradiciones musicales.