Cambio de estación: el otoño
Hay unos ciclos naturales de la vida que marcan las diferentes épocas del año. Estos ciclos influyen en nuestras vidas de diferentes maneras, seamos de ello más o menos conscientes. Los sabios de la mayor parte de las culturas de la antigüedad tenían en cuenta estos conocimientos para vivir en armonía con cada época. Nuestra civilización tecnificada y sofisticada parece a veces haber perdido el contacto con ellos.
Un momento significativo en el calendario es la llegada del otoño. Después de cosechar los campos, de recoger la producción de la huerta, recoger la fruta, hacer la vendimia, se cierra un periodo de vida. Por eso algunas culturas como la hebrea en esta época celebran el principio del año. Queda atrás un ciclo y se inicia la preparación de otro. Es el momento para sembrar con el fin de que empiece una nueva época. Y en la simiente está ya la forma, en pequeño, de la planta o del árbol que un día será.
En nuestra cultura es la época de fiestas, normalmente dedicadas a la Virgen o a una figura femenina. La feminidad, en su posibilidad creadora de un nuevo ser a través de la maternidad, es lo que mejor nos recuerda al potencial creativo natural y a la renovación de la vida. Nuestra cultura tan patriarcal ha minorizado un poco esta época de exaltación de la feminidad y de su potencial creador. Pero quedan en el calendario las celebraciones. La Virgen María recuerda en la cultura cristiana este máximo potencial creador como madre que será de Jesucristo.
Los sabios de todas las culturas sabían que este tiempo es un tiempo también de renovación personal, que invita a dejar atrás viejos patrones y a abrirse a un nuevo ciclo. Es una época de inicios: en la escuela, en la universidad, de cambios de ambientes. Un tiempo para dejar atrás los viejos patrones, sobre todo en aquello que contienen de negatividad y confiar en el potencial renovador de esta transición. Una humanidad que puede renovarse, empezar de nuevo, con la posibilidad de ser una humanidad más perfeccionada. Este tiempo es como la simiente de un nuevo ciclo. Que tengamos, pues, un cambio de estación alegre, lleno de ilusión por lo nuevo, por aprender de la vida y gozar también de la naturaleza en esta época. Una forma de empezar desde el origen un ciclo de vida mejor.