Alivio ecologista por la renuncia de Shell a perforar en el Ártico
El bajo precio del combustible hace inviable la costosa exploración en Alaska
Dos enemigos habituales, como el mercado “depredador” y la defensa medioambiental, han forjado una insólita alianza.
La petrolera Shell anunció ayer la suspensión de su cara y controvertida exploración de crudo y gas en Alaska, en las aguas del Ártico. Se han gastado unos 7.000 millones de dólares en estas prospecciones, ahora abandonadas en el mar de Chukchi “por unos resultados decepcionantes”.
Esta decisión representa una enorme sombra respecto al planeamiento a largo plazo de prospecciones elaborado por Estados Unidos. Y, en el otro lado, significa un alivio para los grupos ecologistas que habían tratado desesperadamente, y sin éxito, de bloquear el proyecto.
Lo que los activistas no lograron con sus campañas les ha caído del cielo por el abaratamiento del petróleo. A unos 45 dólares el barril, muchas compañías se ven forzadas a retrasar o cancelar iniciativas, en especial en lugares de riesgo o de alto coste. Los expertos consideran que el bajo margen de beneficios ha jugado un papel decisivo en la resolución de Shell. En su comunicado, la compañía angloholandesa señaló que abandona la región, sin previsiones para el próximo futuro.
No han hallado suficientes reservas en el pozo Burger J que les garantizara una mayor exploración. Habían apostado por encontrar futuros ingresos y establecer una pica en un territorio donde los geólogos estiman que acumula un cuarto del combustible convencional aún intacto.
A lo largo de arduas negociaciones, y de las advertencias de los medioambientalistas sobre el impacto en el cambio climático y el consiguiente daño a la fauna, un consejo asesor de la administración de Estados Unidos recomendó expandir las prospecciones. De esta manera se evitaría el tener que confiar de cara al futuro en la importación de crudo. La industria vio en las costas árticas un enorme recurso petrolífero que mantendría al país entre los tres máximos productores, junto a Arabia Saudí y Rusia.
“Continuamos sopesando el potencial de una importante exploración en la cuenca, y es posible que la zona sea al final de importancia estratégica para Alaska y Estados Unidos”, dijo Marvin Odum, presidente de Shell USA.
Sin embargo, el fracaso en Chukchi adquiere relevancia por cuanto podía ser el principio de una producción masiva de barriles del fondo del Ártico.
Tras la autorización en agosto del Gobierno estadounidense, Shell perforó hasta una profundidad 2.072 metros en una zona muy poco explorada.
Desde el inicio de los trabajos, los activistas actuaron como David frente a Goliat. Con sus kayaks intentaron bloquear a los grandes buques de la compañía. Una molestia que no les hacía presagiar lo que ha pasado. “El gran petróleo ha sufrido una derrota sin paliativos”, festejó John Sauven, directivo de la organización Greenpeace. No fueron los kayaks, ha sido el mercado.
La petrolera, que ha invertido 7.000 millones, sella el pozo “por unos resultados decepcionantes”