Guerrillero flamenco
El promotor Juan Verdú edita sus memorias de otra revolución cultural
Nos han contado tantas veces la transición, la movida o los pactos de la Moncloa que a veces se olvida que hay otros mundos que no son el pop, el sindicalismo o la política y que también tuvieron su propia revolución en el último cuarto del siglo pasado. En el flamenco, el abrazo a la novedad produjo los mayores genios de este viejo arte, de Paco de Lucía a Enrique Morente, pasando por el muy llorado Camarón de la Isla o Lole y Manuel. Y ahí, al pie de un tablao, detrás de un teléfono o difundiendo la novedad mientras ocurría estaba Juan Verdú Zabía (Guadalajara, 1948), hoy más conocido por los años que ha pasado al frente del festival Suma Flamenca.
Toda esa experiencia y su generoso anecdotario se concentran en El jardín flamenco (Ediciones Alfabia), libro de memorias de Verdú bajo cuya apariencia de una colección de recuerdos se esconde en realidad toda una filosofía flamenca, contraria al purismo al que se enfrentaron los grandes nombres: “Afortunadamente, hoy los fanáticos se han quedado en una pequeña minoría, aburrida, de protestantes y talibanes que lo único que hacen es cortar las alas a la libertad creativa. Pero los artistas contemporáneos son muy inteligentes, no hacen ni caso, y además hay también una nueva generación de periodistas jóvenes que no son puristas y un público entendido”, contaba Verdú a este diario. La vehemencia con la que defiende su credo flamenco lo convierte, claro, en un personaje conocido por todos, muy querido de sus amigos y muy mentado por sus adversarios.
Quizá lo más chocante de Verdú es su ausencia de nostalgia. Está convencido de que vivimos “un momento maravilloso, porque hay afición, artistas jóvenes que cantan, bailan y tocan cada día mejor, y además hay una proyección internacional magnífica con grandes giras que son un éxito”, sostiene. “El momento es muy importante gracias a lo que se hizo en los ochenta y en los noventa, gracias a lo que aportaron Camarón, Paco de Lucía, Enrique Morente, Antonio Gades..., no sólo como artistas, sino como maestros. Esa época brillante ha traído unos grandes alumnos. Tenemos a gente buenísima y para que toquen la gloria con los dedos sólo les falta que se descubran a sí mismos como genios, que rompan”.
Verdú, que repasa la progresión no sólo de los artistas, sino también de los festivales bendice la gran calidad técnica que hoy poseen los músicos flamencos y también la mejor calidad de vida que les da la música. Ojo, “cuando la técnica se antepone al sentimiento, es aburrida. Pero ya hay un movimiento de gente joven que está empezando a bailar despacito, a sentir más el cante y la guitarra, y en unos años volveremos a vivir una edad dorada”. Apodado por Estrella Morente, autora del prólogo, como Quijote del flamenco, a Verdú no le duelen prendas admitir que el progreso ha sido tan grande, que hasta en los tablaos para turistas de Madrid y Barcelona se nota. “Ya no hay turistas que van a ver el culo de la bailaora, ha habido un cambio muy importante en la calidad de las salas porque los que vienen están muy preparados. Te lo digo yo, que tengo más años que la Cuesta de la Vega”.
‘El jardín del flamenco’ narra desde dentro la irrupción de genios como Camarón, Paco de Lucía o Morente