La Vanguardia

Yogi Berra y el Liverpool

Los ‘reds’ no se han recuperado del golpe moral de la derrota por 6-1 ante el Stoke al final de la temporada pasada. Por no decir de la marcha de Suárez y Sterling al Barça y el City

- Rafael Ramos

“Si uno no sabe dónde va, generalmen­te acaba en otro sitio”, decía el recién fallecido Yogi Berra, jugador y entrenador de los Yankees de Nueva York, que se convirtió en una especie de icono cultural por decir tonterías que tenían mucho sentido, o frases rimbombant­es que eran auténticas chorradas, porque se pueden interpreta­r de ambas maneras. En cualquier caso sus ruedas de prensa no eran aburridas.

Los aforismos del genial Berra vienen a cuento porque el Liverpool es propiedad de la misma empresa que los Boston Red Sox de las Grandes Ligas de béisbol, por cierto el eterno rival de los Yankees, que les robaron a Babe Ruth. Y los reds dan la impresión de que no saben a dónde van, que han abandonado su filosofía del fútbol por un pragmatism­o mourinhist­a, que ya no juegan por las bandas ni al contraataq­ue, ceden la posesión de la pelota y lo mismo utilizan un 4-3-3 que un 4-2-4, un 3-4-3 o un 3-4-1-2. En las redes sociales se ha organizado una campaña para recaudar los diez millones de euros que costaría despedir al entrenador Brendan Rodgers, que llegó del Swansea con gran pedigrí pero parece desbordado y confundido. Otra frase del pelotero: “En teoría no hay diferencia entre la teoría y la práctica, pero en la práctica sí que la hay”.

“Sólo mirando se puede observar mucho”, afirmaba Berra como si descubrier­a la cuadratura del círculo. Y mirando al Liverpool se ve un equipo que en poco tiempo ha perdido a sus cuatro mejores jugadores (Suárez, Sterling, Gerrard y Carragher), y no ha invertido bien el dinero recaudado por el traspaso delos dos primeros a Barça y City. No es sólo una crisis deportiva, sino sobre todo de identidad.

Octavo en la tabla pero sólo a cinco puntos de la cabeza, con tres victorias, dos empates y dos derrotas (en Old Trafford y en Anfield frente al West Ham), la temporada no ha hecho más que empezar (y como decía Yogi Berra, “nada acaba hasta que acaba”). Pero, parafrasea­ndo esta vez a Pep Guardiola, las “sensacione­s” no son buenas. El fútbol es monótono y deslavazad­o. A Benteke no le llegan suficiente­s balones. Firmino, procedente del Hoffenheim alemán, no se ha adaptado a la Premier. Joe Gómez juega fuera de posición. Ings, Lovren y Lallana no han respondido a las expectativ­as. Rodgers ha cambiado su equipo técnico y habla lo mínimo posible con la prensa, nervioso porque le llegó el mensaje de que tenía tres partidos para frenar la guillotina. El sábado salvó el primer match ball con el triunfo 3-2 sobre el Aston Villa, pero los dos próximos partidos son el derbi frente al Everton en Goodison Park, y una visita a White Hart Lane (Tottenham).

Con 42 años, Rodgers sigue siendo considerad­o uno de los mejores entrenador­es ingleses, y posible candidato a suceder a Roy Hodgson al frente de la selección. Pero, habiendo estado a punto de ganar la liga 20132014, no ha sabido hacer la transición a la era post-Suárez, adquiriend­o un montón de medianías (cuando no absolutos fracasos como Mario Balotelli, Joe Carroll y Ricky Lambert) en vez de uno o dos jugadores desequilib­rantes. Dinero no le ha faltado, vista sí. En los últimos tres años el Liverpool ha gastado 330 millones de euros en 33 fichajes. Para nada. En las últimas seis temporadas ha acabado segundo, octavo, dos veces sexto y dos veces séptimo, cuando el objetivo teórico es competir no sólo por la liga sino por la Champions.

“El futuro no es lo que solía ser”, decía Yogi Berra, que iba a los funerales de todos los amigos y conocidos “porque si no, no vendrán al mío”. Que tome nota Rodgers...

En internet hay un movimiento para recaudar los 10 millones de euros que costaría echar a Rodgers

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BEN HOSKINS / GETTY El entrenador del Liverpool, Brendan Rodgers
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