Pierre Casiraghi y sus noches de fiesta trans en Portofino
Recién casado con Beatrice Borromeo, celebra su e victoria en una regata travistiéndose y con otra mujer
Posiblemente no sea más que el producto de una euforia pasajera motivada por el éxito. A unos les hubiera dado por cantar Asturias, patria querida versión italiana (si es que en el país vecino hay un himno a la alegría etílica que parece que no, visto el resultado de nuestras pesquisas) y a otros les da por jugar al equívoco aprovechando que la esposa los ha dejado solos con los amigos de siempre y alguna que otra amiga, propia o asociada, que se queda para apaños de emergencia. Lo malo de estas situaciones es que cuando están protagonizadas por gente principal propensa a exhibir (involuntariamente o todo lo contrario, previo cobro) sus cuitas al mercado de la curiosidad absurda e inútil, los resultados de una noche eufórica alcanzan la calificación de escándalo a nivel tres en la escala ¡Hola!
Y esto es lo que le ha pasado a Pierre Casiraghi, hijo pequeño de Carolina de Mónaco y el desaparecido Stefano Casiraghi, que ocupa portadas (Bunte en Alemania y Chi en Italia) porque se le fue la mano en la celebración del éxito en la regata Rolex Trophy de Portofino y acabó besando a una rubiales bajita y disfrazándose de mujer. Ni le hace el salto a su esposa, la fina estilista Beatrice Borromeo, ni le ha dado por seguir los pasos de Bruce Jenner y convertirse en Caitlyn y apuntarse a la moda trans que impera en Nueva York (y si de Madrid al cielo, de Nueva York al mundo).
Simplemente, pasó lo que pasó. El jueves 17 de septiembre empezó la regata citada, que se prolongó hasta el sábado 19. Pierre y su tripulación comandaban la nave Tuiga, gemela de la que tuvo el rey de España en 1909, Alfonso XIII. Cuentan las crónicas navieras chic que fueron tres días de navegación con viento y olas ligeras pero no exentos de peligro, no en vano el mar es tan hermoso como traidor. Sin embargo, Pierre tiene experiencia en eso de comandar la embarcación, en ejercer de patrón, pues fue algo más que una bella estampa recortable sobre el horizonte en los tiempos que ejercía de grumete y su tío, Alberto II, era el gran jefe. Haciendo gala de su experiencia, Pierre se hizo en Portofino con su primera gran victoria. Y lo celebró a lo grande con sus amigos y colegas. A todo esto las parejas de los participantes se distraían de compras en Portofino, que es puerto tan pequeño como ideal para efectuar compras de exquisiteces de primerísimas marcas. Y de ahí a sus barcos, porque muchos de los participantes descansaban en ellos. Así Pierre y su reciente esposa Beatrice vivían en el Pachá, el barco de mamá Carolina que lo bautizó con las iniciales de sus vástagos: Pierre, con su P inicial, empieza la denominación del
hogar flotante de la familia chic.
Bien, ganó el Tuiga en su categoría y ya están todos en Puny, el restaurante donde dice Puny, el dueño, que se sirve la mejor pasta del mundo. Tras la cena, la fiesta siguió en el Yacht Club, donde llegan todos en perfecto estado de revista, aunque Beatrice estaba un tanto fatigada por el paseo, y eso que había sustituido sus zapatos de tacón por unas cómodas bailarinas. Así que regresa al Pachá acompañada por uno de los amigos de Pierre, que prefiere seguir la fiesta. No ha hecho más que desaparecer Beatrice cuando de la sombra aparece una rubia, que le llega al hombro a Pierre, e inicia una conversación con él en a la que sigue una transformación. Primero la rubia le abre la camisa y la rellena con unas servilletas a la altura de los pechos de modo que su busto es ahora el de una señora recién operada. Luego le añade un mantel como falda y le ciñe una corona de cartón dorado, homenaje a ese principado que le conceden algunas revistas del corazón y al que no tiene acceso por parte alguna. Luego cambia corona por una tremenda peluca negra, de las que usa Cher, que ayudar a componer (más bien descomponer) el equívoco. Unos bolsos fucsia con margaritas gigantes ayudaron al disfraz de esta improvisada lady. Con los ánimos más calmados, la rubia desconocida (para el mundo, pero no para Pierre) dialoga en inglés con acento sudamericano con su caballero y éste la acompaña por algunas calles perpendiculares al puerto hasta localizar un cajero automático. Pierre, caballero, la escolta porque a esas horas, son pasadas las cinco de la mañana, Portofino puede ser muy peligroso. Como agradecimiento, ella le dio un beso en la mejilla y se fue, sola, mientras Pierre regresaba al Pachá en la barca de ayuda. Y esa es la historia, atractiva por sus protagonistas, que además se casaron hace apenas dos meses.
Beatrice ya ha desmentido hace apenas unas horas el que exista otra mujer en la vida de Pierre. Ha dicho que es una mentira total y ha pedido a las revistas que retiren las fotos que atentan a su intimidad, cosa que no van a hacer porque están tomadas en la vía pública. Pierre no ha dicho nada.
Mientras, en Estoril, Alberto II, sin Charlene, recibía el homenaje de la realeza europea en el Bal de la Riviera. Allí estaban testas corondas de otro tiempo, de María Gabriela de Saboya a Michel de Yugoslavia, Mafalda de Braganza o Ira de Fürstenberg, en puro contraste con Philippe Starck o la princesa Diane Barros de Polignac, cuya hija, Diane, es madrina de Jacques de Mónaco, uno de los hijos de Alberto y Charlene.
Portofino acoge una noche loca del hijo de Carolina tras vencer con el ‘Tuiga’ la regata Rolex Trophy