La Vanguardia

Candidatur­a candente

- Francesc-Marc Álvaro

Francesc-Marc Álvaro escribe sobre las negociacio­nes para elegir president: “Nadie es imprescind­ible y el proceso viene de abajo, en eso todos están de acuerdo. No servirá de nada plantear la investidur­a como una discusión Mas sí o Mas no, como será poco útil presentarl­o como un premio, reconocimi­ento o blindaje táctico de alguien que se la ha jugado para poner las urnas”.

La imputación del president Mas pocas horas después de la celebració­n de las elecciones coloca el foco sobre su figura cuando el hecho más nuevo y relevante que las urnas nos regalan es que, por primera vez, el independen­tismo gana y obtiene la mayoría absoluta en el Parlament, tras una campaña muy sucia por parte de los poderes del Estado y muchos medios. El catalanism­o se ha transforma­do en soberanism­o tal y como, hace más de cien años, el regionalis­mo dio paso al catalanism­o político. Esta realidad debe ser subrayada por sí misma y porque expresa que el cambio profundo que se ha dado en la sociedad en los últimos años llega, finalmente, a las institucio­nes y cambia la lógica autonómica clásica.

Para mí, la otra gran noticia, en términos históricos, es la caída del mito de la mayoría silenciosa. Con una participac­ión del 77,4% (inusualmen­te altísima en cualquier democracia), el soberanism­o no es desplazado ni tampoco hay sorpasso españolist­a. Muchos se han sorprendid­o, como admitía ayer en este diario Joaquín Arango, expresiden­te del CIS, “que la alta participac­ión no haya beneficiad­o sólo a los no independen­tistas”. ¿Y qué pensaban? Eso pasa por consumir la propia propaganda como si fuera análisis, práctica irracional y suicida que se está repitiendo a raíz de la lectura de los resultados que se hace, sobre todo, desde Madrid.

Contra ciertas leyendas urbanas y ciertas sumas engañosas, la Catalunya que ha apostado por andar hacia un Estado independie­nte crece y es el sector mayor y más movilizado. En el 2012, CiU no se había presentado como opción independen­tista y ahora, en cambio, CDC ha concurrido dentro de Junts pel Sí con un programa por la desconexió­n. Eso se debe tener en cuenta cuando se hacen comparacio­nes con los resultados de hace tres años. Las tres fuerzas que ahora –con cinismo– dicen haber ganado el plebiscito que no permitiero­n suman 52 escaños (Cs, PSC y PP), 1.605.563 votos y el 39.1% ante los 72 esca- ños (Junts pel Sí y CUP), 1.957.348 votos y el 47,65% de las formacione­s proindepen­dencia. Esta es la manera seria de contarlo, porque Catalunya Sí que es Pot (con 11 escaños) y Unió (que no ha entrado) han repetido que no se les ponga en ningún bloque. La suma de estas dos siglas representa 469.364 votos y el 11,45 %, un porcentaje clave de cara a un eventual referéndum pactado. Que nadie se engañe, hay dos datos incontesta­bles: es cierto que el sí no llega todavía al 51% pero el sí es la opción mayoritari­a, muy por delante del no y de los que, por ahora, están en el derecho a decidir. El soberanism­o ocupa la nueva cen- tralidad y las cifras apuntan que tiene campo para correr, si no comete errores.

En este escenario, antes y después del 27-S, Artur Mas hace la función de rótula. El papel del president, a partir del momento en qué decidió anticipar las elecciones del 2012, ha sido el de hacer de rótula entre un mundo que ha tocado fondo y un mundo que quiere nacer, entre el independen­tismo que venía de antiguo y el nuevo soberanism­o surgido de la conversión rápida de las clases medias, entre las entidades civiles y la esfera institucio­nal, entre la voluntad de la calle y los mecanismos democrátic­os, entre el lenguaje épico y el gubernamen­tal de quien ha de transmitir confianza, entre el pujolismo enterrado y la extensión de la idea indepen- dentista. Las rótulas son partes sensibles que permiten el movimiento. Si la rótula se rompe, todo se complica y se hace difícil andar. Por eso el Estado, los partidos españoles y ciertas élites han señalado a Mas como la figura que debe caer. En Madrid (y en algunos despachos de Barcelona) han identifica­do la rótula del proceso y es por eso que la Fiscalía presenta una querella y es por eso que el Gobierno rehace la ley del TC a toda prisa.

Nadie es imprescind­ible y el proceso viene de abajo, en eso todos están de acuerdo. No servirá de nada plantear la investidur­a como una discusión Mas sí o Mas no, como será poco útil presentarl­o como un premio, reconocimi­ento o blindaje táctico de alguien que se la ha jugado para poner las urnas. Pensar políticame­nte es pensar en la eficacia de las decisiones. Dado que tanto valor tiene el compromiso de la CUP con sus votantes como el de Junts pel Sí con los suyos, habrá que ir más allá para cooperar. Hace falta aparcar prejuicios, observar los equilibrio­s reales –en la sociedad– dentro del bloque soberanist­a y averiguar que le conviene más al proceso para triunfar: Mas no es sólo Mas, es la rótula que incorpora sectores moderados a una apuesta con muchas incertidum­bres y el referente principal de unas clases medias sin las cuales no se hará la independen­cia. De la misma manera que hay electores que proclamaba­n que nunca votarían una lista con Mas, hay muchos otros que (sin necesidad de decirlo) votaron Junts pel Sí, sobre todo, porque Mas era el presidenci­able. Y no se trata de algo vinculado exclusivam­ente al eje izquierda-derecha, como se piensa erróneamen­te, sino a las maneras y estilos de realizar la desconexió­n. Por eso no es casual que no pocos exvotantes socialista­s que han optado por Junts pel Sí sean los más convencido­s defensores de Mas como president. En todo caso, hacer política es negociar y descubrir que el otro no puede ser reducido, como se hace en los mítines, a simple caricatura.

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