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El notable impacto de la crisis china en la economía española; y la polémica por la decisión del Ayuntamien­to de revisar la iluminació­n navideña en Barcelona.

EL impacto de la crisis china empieza a notarse en España. El menor crecimient­o de la segunda economía del planeta afecta al comercio mundial y las exportacio­nes españolas acusan ya esta pérdida de dinamismo, hasta el punto de que la contribuci­ón del sector exterior al producto interior bruto ha sido negativa en el tercer trimestre. El crecimient­o económico en ese periodo, por tanto, ha sido ligerament­e inferior a lo que se esperaba, del orden del 0,8% respecto del segundo trimestre, según avanzó ayer el Banco de España.

Es la demanda interna en solitario (consumo e inversión) lo que tira únicamente de la economía, y lo hace con fuerza, apoyada por un año turístico excepciona­l. Esto hace que, en ritmo anual, la economía esté creciendo actualment­e al 3,4% y que pueda acabar el año en el 3,1%, tal como estaba previsto por el Banco de España. Este sería un buen dato, aunque el propio instituto bancario reconoce en su informe trimestral que hay riesgos de desviación a la baja, que podrían afectar también al ritmo de creación de empleo.

La economía española crece apoyada en sí misma y sigue siendo el país europeo con mayor dinamismo del momento. Los factores que impulsan la demanda interna son la reducción del precio del petróleo, que supone un considerab­le ahorro que actúa por sí mismo como un importante paquete de estímulo al consumo, la expansión monetaria que aplica el Banco Central Europeo, que se nota en mayores facilidade­s crediticia­s de la banca, incluido un descenso del coste financiero, y la rebaja de impuestos hecha por el Gobierno.

Sin embargo, hay otro impacto de la crisis china, que el Banco de España no cita y que puede ser notable por la incidencia que puede tener en el consumo y en el clima general de confianza que vive el país: la intensa caída que ha registrado la bolsa española. El mercado de valores español sufre la incertidum­bre que crea el menor crecimient­o del gigante asiático en las empresas, al igual que el resto de los mercados internacio­nales, y especialme­nte también por el impacto de la crisis china en Latinoamér­ica –donde España tiene una elevada exposición– a causa de las menores compras de materias primas por parte de China, cuyos precios además han caído en picado. La economía más potente de la región, Brasil, ya ha entrado en recesión.

Si no hay un pronto y sostenido rebote en las cotizacion­es bursátiles, y no parece probable que lo haya a corto plazo, la pérdida de dinero registrada en la bolsa puede afectar al efecto riqueza de una parte importante de los ciudadanos –los que más gastan– y provocar un menor consumo.

El resultado de todos los factores citados podría provocar un crecimient­o del PIB y del empleo menor del esperado para todo el año. No sería una catástrofe, ya que la eventual desviación sería leve, pero el riesgo de que se produzca existe.

Los efectos carambola de la globalizac­ión podrían ir incluso más lejos y afectar incluso a la política española, que celebra elecciones generales en diciembre, si llegado el caso el presidente del Gobierno no pudiera presentar unos resultados económicos sobresalie­ntes, tal como hasta ahora esperaba. Es el riesgo de haber jugado su reelección principalm­ente a una sola carta: la economía. Él y su Gobierno han acometido reformas, en línea con lo sugerido por la Unión Europea, pero las tensiones económicas siguen presentes.

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