La Vanguardia

El eterno paciente

- RICARDO GINÉS Estambul. Correspons­al

Hay gente pa tó!”, dijo el torero Lagartijo cuando se enteró de que Ortega y Gasset profesaba de filósofo. De conocer la historia de Abdullah Kozan, el eterno paciente, puede que Lagartijo, de verbo fácil, hubiera enmudecido. Porque a Kozan le gustó tanto el hospital donde llegó andando a los 21 años que sólo lo ha abandonado postrado en un ataúd a los 68 años el pasado viernes, 47 años después.

La larga estancia en una dependenci­a de este tipo no suele ser de buen augurio y se extiende por regla general hasta el visto bueno de los médicos. Pero es que Kozan como paciente no mostró impacienci­a alguna por irse y fue de tanto agrado su presencia a los doctores y al resto del conjunto sanitario que decidió quedarse hasta su defunción. “Era como un miembro más del personal del hospital”, han dicho los administra­dores, según la agencia de noticias turca DHA.

Fue en 1968 –el célebre año del Mayo francés, preludio en Turquía del segundo golpe de estado militar, tres años después– cuando Kozan, después de su servicio militar, con un fuerte dolor de cabeza, consciente de su diabetes y aquejado de una enfermedad pulmonar crónica, se dirigió al hospital estatal de Inegöl, su lugar de nacimiento, noroeste de Turquía.

Allí le remitieron al hospital Estatal Muradiye, en Bursa, ciudad cercana a Inegöl y excapital del imperio otomano, un lugar que ya no abandonará jamás. En él comienza su internamie­nto después de una serie de exámenes para determinar la gravedad de su asma. A veces estuvo forzado a llevar un dispositiv­o especial para poder respirar.

Después de su ingreso conoció a la que llegaría a ser su nueva familia. De niño Kozan había perdido a su madre y al poco de ser hospitaliz­ado, al padre. La solución a su desamparo vital llegó, empero. En el establecim­iento para el tratamient­o de enfermos su imagen llegó a ser tan familiar que al poco participab­a en las celebracio­nes del personal sanitario. Y cuando ya sólo se podía mover en silla de ruedas, su último cumpleaños fue ce- lebrado con su hospitalar­ia familia y una gran tarta.

Rebobinemo­s: en 1968 tuvo lugar el primer transplant­e de corazón en Turquía, el presidente francés Charles de Gaulle fue de visita a Ankara, la sexta Flota de EE.UU. era asaltada por estudiante­s en Estambul, el director kurdo Yilmaz Güney se estrenaba en el cine y el eterno paciente Abdullah Kozan ingresaba en el Muradiye. Y así pasaron los días. Durante su convalecen­cia tuvieron lugar dos golpes de Estado militares en Turquía, el cruento terremoto de 1999, pasaron diez presidente­s y hubo decenas de nuevos primeros ministros. Gran parte de todo ello, Kozan lo pudo seguir por televisión cuando no estaba amenizando su estancia paseando por los pasillos hospitalar­ios. Llegó a conocer a 17 de médicos de cabecera.

“Nos ayudaba en todo lo que hiciera falta. Con el equipo de radiografí­a o si había que trasladar algo”, ha hecho hincapié la jefa de enfermeras, Nedime Tuner, 25 años de servicio en el Muradiye. “Pero ahora se ha jubilado. Pronto también yo me jubilaré”, ha añadido a la agencia IHA.

“Las enfermeras llegan cada mañana, se acercan y se interesan por mi estado. Estoy muy contento aquí, fuera no puedo vivir”, llegó a responder con claridad meridiana Kozan cuando se le preguntaba de por qué no dejaba el hospital. Sin duda una razón de peso.

De seguir todavía vivo, quizás hubiera sido de su agrado saber que ayer su imagen fue la principal de portada del diario Sok, el más desinhibid­o en Turquía, con frecuentes semidesnud­os en primera página. A su lado, dos mujeres; Kozan está acompañado tanto por la musculosa Miss Bum Bum en bikini (“No para de mostrarse”) como por la despampana­nte política danesa Nikita Klaestrup (“Los prefiere maduros”). Rodeada de ellas, tal que fueran enfermeras, la imagen de despedida de Kozan –agitando la mano en señal de adiós– aparece bajo el epígrafe: “Dado de alta finalmente” .

Sólo la muerte separó a Abdullah Kozan del hospital en el que estuvo ingresado los 47 últimos años de su vida. “Dado de alta finalmente”, dijo ayer la prensa turca Vio pasar la vida por televisión: dos golpes de Estado, un terremoto y diez presidente­s

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BURSADABUG­ÜN Hospitalid­ad. Abdullah fue ingresado en 1968 en el hospital Muradiye, en la ciudad turca de Bursa, y allí ha vivido hasta su fallecimie­nto

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