Podemos en mal ‘momentum’
El discreto resultado de la coalición Catalunya Sí Que Es Pot en las elecciones del 27 de septiembre está poniendo en peligro el momentum Podemos. (Un concepto de la física que puede aplicarse a la política. Momentum: dícese de la acumulación de movimiento que permite a un cuerpo alcanzar su máxima propulsión).
No es la primera vez, sin embargo, que se pronostica el declive de Podemos. El primer bajón se produjo entre marzo y abril de este año, inmediatamente después de las elecciones al Parlamento de Andalucía. En esos comicios, el partido del círculo morado obtuvo unos resultados –15% de los votos y 15 diputados– claramente por debajo de las altas expectativas generadas por las encuestas. Las elecciones municipales de mayo corrigieron rápidamente la foto andaluza. Había momentum.
Ante la sorpresa de toda España, las plataformas municipales de la nueva izquierda conquistaban las alcaldías de Madrid, Barcelona, Valencia, Zaragoza, A Coruña y Santiago de Compostela. Y Badalona. Las plataformas no eran propiedad de Podemos, pero se alimentaban de la energía del círculo morado. Aunque Manuela Carmena, Ada Colau y casi todos los demás alcaldes de la nueva hornada demostraban tener vida propia, Podemos capitalizaba su triunfo. La nueva izquierda triunfaba en las grandes ciudades y resultaba decisiva para arrinconar al PP en el tablero autonómico, en beneficio del PSOE. (Y del PNV en el caso de Navarra). La prensa europea se interesaba por el cambio municipales español. “Les indignés prennent les mairies de Madrid et Barcelone”, titulaba Le Monde. Los vientos de Grecia recorrían todo el Sur de Europa. Syriza y Podemos, grandes actores.
Efectivamente, el disfrute del éxito municipal coincidió con la catarsis griega. El referéndum so- bre la política de austeridad, convocado por el Gobierno de Alexis Tsipras a principios de julio, se convertía en un acontecimiento épico para muchos ciudadanos europeo. “Sí se puede”. El día 6 de
El desenlace narrativo de Grecia ha encerrado el círculo de Podemos en el cuadrado del realismo político
julio, el orgullo nacional griego desafiaba al Directorio Europeo y votaba No. El 12 de julio, bajo amenaza de expulsión del euro, Tsipras aceptaba las duras condiciones del Directorio. Retirada bizantina. Fracaso narrativo. “Por las bravas, no se puede”.
Puesto que el hundimiento electoral de Syriza era demasiado grave para el orgullo griego, el bizantino Tsipras ha salvado en septiembre la mayoría parlamentaria. Pero Podemos se ha quedado sin estrella de Oriente.
Campaña catalana con la tragedia helénica a cuestas. Campaña con acumulación de errores. Sopa de siglas. Mejor dicho, unas siglas ilegibles –CSQEP– que recuerdan el SPQR romano. Un candidato, Lluís Rabell, poco conocido y demasiado retórico. Clamorosa ausencia de Ada Colau. Y dos fuertes competidores. Junts pel Sí convocando el voto útil catalanista. La CUP, más de Varufakis que de Tsipras, jugando en campo propio. Mitad marxistas, mitad franciscanos, los fraticelli de la CUP son las más genuina expresión de la radicalidad catalana educada en los esplais.
Los once diputados obtenidos por la ilegible CSQEP quedan muy lejos de los treinta escaños que algunas encuestas adjudicaban a un holograma catalán de Podemos inmediatamente des- pués de las elecciones municipales. ¿Desastre? Cabe preguntarse qué habría conseguido ICV yendo sola el 27-S. Quizá no habría quedado de ella ni el chasis de la bicicleta de Joan Herrera.
No era una campaña fácil y a Pablo Iglesias le falta conocer mejor las texturas de Catalunya y la historia dramática, contradictoria y aleccionadora del viejo PSUC. Iglesias quiso competir simultáneamente con Ciudadanos y la CUP. Tarea imposible.
El flojo resultado catalán complica notablemente su aproximación a las elecciones generales. Mayores dificultades para cerrar pactos con las mareas gallegas y con Compromís en Valencia. Mayores exigencias desde la agónica Izquierda Unida.
Mientras el partido naranja gana esmalte, mucho esmalte, el morado se adentra en tierra incógnita. Después de bajar de la montaña al valle, los jóvenes partisanos de Podemos pueden acabar atrapados en el pantano de las revoluciones pendientes. Y la televisión no ama mucho los pantanos. Podemos tiene un problema con su momentum.
El 27-S propulsa a Ciudadanos y empuja a Pablo Iglesias al pantano de las viejas disputas de izquierda