La Argentina peronista
Argentina celebrará el 25 de octubre elecciones presidenciales. El peronismo, en su conjunto (si se permite el erróneo ejercicio de sumar los votos de sus facciones en las pasadas internas abiertas), sumará más del 50% de los votos (casi los mismos que sumó Fernández en el 2009). Este es el caudal natural de votos del peronismo.
El peronista oficialista, gobernador de la provincia de Buenos Aires, Scioli, parece más un candidato de un partido democristiano europeo tradicional que un líder de un movimiento popular. Es demasiado parecido a su principal competidor, el alcalde conservador de Buenos Aires, M. Macri. Electoralmente, para asegurarse el triunfo, deberá seducir a algunos de los votantes del peronista no ofi- cialista Sergio Massa, que suma cerca del 20% del electorado. Para ello, no tiene asegurada la fidelidad de parte importante de la tropa fiel a los Kirchner: agrupaciones bien afianzadas en el aparato de Estado, lideradas por su candidato a vicepresidente, Zannini.
De todos modos, las opciones de Macri de ser presidente son pocas. La oposición que lidera es una alianza liberal-conservadora antiperonista que experimenta el típico horror frente al poder popular del peronismo, y cuyo anclaje político territorial sólo cabe entre las clases urbanas más acomodadas. Al progresismo le sucede algo parecido y no es capaz de seducir a más del 3%o 4% del electorado.
El poder no se construye ni con distinciones estéticas ni sólo con la voluntad de la burguesía urbana. Las realidades sociales y las tradiciones políticas argentinas son más complejas y clientelares de lo que muestran sus principales ciudades. El peronismo, en todas sus formas, lo entiende bien; el progresismo, no.
El peronismo se mantendrá –seguramente– de nuevo en el poder, a través de un candidato que, a priori, poco tiene que ver con el perfil que Cristina Fernández cultivó. La diferencia de fondo de Scioli con su principal competidor, Macri, sea quizás la virtud de cantar la marcha peronista. Pero eso basta. El peronismo es así. El movimiento al centro del kirchnerismo a través de su candidato responde al pragmatismo que le permite al peronismo haber gobernado 24 de los 32 años de retorno a la democracia en Argentina.
¡Larga vida, pues (para bien o para mal), al peronismo! Y a Scioli le corresponderá, en buena práctica peronista, primero ganar y luego ser líder para gobernar.