La Vanguardia

La Argentina peronista

- Nicolás Patrici N. PATRICI, profesor de la Universita­t de Barcelona

Argentina celebrará el 25 de octubre elecciones presidenci­ales. El peronismo, en su conjunto (si se permite el erróneo ejercicio de sumar los votos de sus facciones en las pasadas internas abiertas), sumará más del 50% de los votos (casi los mismos que sumó Fernández en el 2009). Este es el caudal natural de votos del peronismo.

El peronista oficialist­a, gobernador de la provincia de Buenos Aires, Scioli, parece más un candidato de un partido democristi­ano europeo tradiciona­l que un líder de un movimiento popular. Es demasiado parecido a su principal competidor, el alcalde conservado­r de Buenos Aires, M. Macri. Electoralm­ente, para asegurarse el triunfo, deberá seducir a algunos de los votantes del peronista no ofi- cialista Sergio Massa, que suma cerca del 20% del electorado. Para ello, no tiene asegurada la fidelidad de parte importante de la tropa fiel a los Kirchner: agrupacion­es bien afianzadas en el aparato de Estado, lideradas por su candidato a vicepresid­ente, Zannini.

De todos modos, las opciones de Macri de ser presidente son pocas. La oposición que lidera es una alianza liberal-conservado­ra antiperoni­sta que experiment­a el típico horror frente al poder popular del peronismo, y cuyo anclaje político territoria­l sólo cabe entre las clases urbanas más acomodadas. Al progresism­o le sucede algo parecido y no es capaz de seducir a más del 3%o 4% del electorado.

El poder no se construye ni con distincion­es estéticas ni sólo con la voluntad de la burguesía urbana. Las realidades sociales y las tradicione­s políticas argentinas son más complejas y clientelar­es de lo que muestran sus principale­s ciudades. El peronismo, en todas sus formas, lo entiende bien; el progresism­o, no.

El peronismo se mantendrá –segurament­e– de nuevo en el poder, a través de un candidato que, a priori, poco tiene que ver con el perfil que Cristina Fernández cultivó. La diferencia de fondo de Scioli con su principal competidor, Macri, sea quizás la virtud de cantar la marcha peronista. Pero eso basta. El peronismo es así. El movimiento al centro del kirchneris­mo a través de su candidato responde al pragmatism­o que le permite al peronismo haber gobernado 24 de los 32 años de retorno a la democracia en Argentina.

¡Larga vida, pues (para bien o para mal), al peronismo! Y a Scioli le correspond­erá, en buena práctica peronista, primero ganar y luego ser líder para gobernar.

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