Cuerda y Orfidal
Todavía hay quien se echa las manos a la cabeza advirtiendo de que la investigación por el asesinato de Asunta Yong Fang se cerró con demasiadas lagunas que complicarán reproducir con pruebas lo que ocurrió la tarde que desapareció la niña, que ayer hubiera cumplido 15 años. El juicio arrancó este martes con Rosario Porto y Alfonso Basterra en el banquillo de los acusados. Hoy les toca contar su versión de lo que ocurrió aquel sábado 21 de septiembre del 2013. Pero serán los investigadores y los peritos los que tengan que demostrar al jurado, con pruebas e indicios, que mienten. Hasta ahora, la Guardia Civil no ha encontrado ni una prueba que sitúe al padre de la niña en la casa familiar de Teo, el escenario del crimen. Ni una cámara de seguridad le grabó y su móvil, pese a permanecer apagado aquella tarde, no se pudo situar en el lugar del asesinato.
Pese a todo, los investigadores no albergan duda de que Basterra estaba junto a su exmujer en el asesinato de Asunta y colaboró en el traslado del cadáver. ¿Cómo piensan demostrar al jurado que estaba en el escenario del crimen y no leyendo en su casa como él asegura?
Hubo un tiempo en que no había teléfonos ni cámaras en las calles que situaran a los sospechosos en los escenarios de los crímenes. Y se condenaba a asesinos con meros indicios. Y casi siempre había un móvil que acorralaba más al sospechoso. Pero esta vez ni eso. ¿Por qué la mataron? Según los investigadores, porque les molestaba. Así de espantosamente cruel. La instrucción no ha podido ir más allá.
Tampoco ha quedado acreditado el arma del crimen. Según la autopsia, murió asfixiada. Pero ¿quién de los dos? Y ¿cómo? Las manos, un cojín. Tampoco se sabe.
Solo hay dos pruebas contundentes. La cuerda que apareció junto al cadáver era la misma que se encontró en una papelera de la finca de Teo. Y el Orfidal que ingirió Asunta en su última comida. Un revuelto de champiñones en casa de su padre, junto a su madre.