Empieza el juicio por la herencia de ‘la duquesa roja’
Los hijos de la aristócrata de la casa de Medina Sidonia se enfrentan a su viuda
Una historia real con todos los ingredientes de una novela-río. Los juzgados de Sanlúcar de Barrameda (Cádiz) son escenario desde ayer del juicio por uno de los patrimonios más importantes de España. En juego está la custodia de 6.318 legajos históricos de valor incalculable que componen el Archivo General de la Fundación Casa de Medina Sidonia, el palacio de los Guzmanes, con más de 200 obras de arte, o varias parcelas de Zahara de los Atunes. Entre los documentos del archivo, los más antiguos proceden del siglo XII y varios de ellos son imprescindibles para conocer la historia de España.
Este es el tesoro que reclaman ahora los tres hijos del matrimonio que en su día formaron Luisa Isabel Álvarez de Toledo y Maura, conocida popularmente como la duquesa roja desde finales de la década de los sesenta, y Leoncio González de Gregorio y Martí. Ella, nacida en 1936, tres veces Grande de España, hija del XX duque de Medina Sidonia y nieta del político conservador Antonio Maura.
El litigio comenzó hace tres años cuando cada uno de los hermanos, Leoncio, María del Pilar y Gabriel, interpuso por separado, pero el mismo día y con el mismo objeto, la reclamación legal de su derecho. Tres hermanos unidos por el mismo interés, pero distanciados y peleados entre ellos. Reclaman seis millones de euros para cada uno, a los que hay que unir el tercio de mejora que le corresponde a Leoncio como primogénito y actual duque de Medina Sidonia.
Frente a ellos, la Fundación de Medina Sidonia, compuesta por siete miembros, de los cuales cuatro son administraciones públicas, teme que una decisión favorable a los hijos suponga la división y la atomización del legado, que terminaría perdido y dispersado. Está dirigida por Liliane Dahlmann, la viuda de su madre, con la que Luisa Isabel contrajo matrimonio in articulo mortis once horas antes de fallecer en el 2008 a causa de un cáncer de pulmón. La fundación, apoyada por un amplio movimiento social nacido con el objetivo de evitar que el patrimonio se divida, y la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía están dispuestas a pelear hasta el final para que el tesoro cultural de la casa de Medina Sidonia permanezca como está.
Luisa Álvarez de Toledo fue polémica en vida y lo continúa siendo siete años después de su muerte. Mujer dotada de fuerte personalidad, una extraordinaria
cultura, que reflejó en sus libros y sus estudios como historiadora, y con una gran sensibilidad social, la duquesa roja fue detenida en 1967 por encabezar una marcha hacia Madrid de agricultores afectados por el accidente nuclear de Palomares (Almería). Fue procesada y encarcelada durante ocho meses. Beneficiada con motivo de la amnistía por la llegada al papado de Pablo VI, se exilió en Francia y únicamente regresó a España a la muerte del dictador.
Fueron sus ansias de rebeldía y
Luisa Álvarez de Toledo se casó con Liliane Dalhmann, su secretaria y amante, sólo once horas antes de morir
libertad personal las que llevaron a la duquesa roja a ser una contestataria también en su vida privada. Culta, progresista y lesbiana declarada, personificaba todo aquello que Franco y la aristocracia de entonces no podían consentir. Apartada muy pronto de sus hijos, para que no fuera un mal ejemplo para ellos, Luisa Álvarez de Toledo vivió unos años desenfrenados en el París, la ciudad que acogía a gran cantidad de antifranquistas y que vivía unos tiempos dorados de esplendor cultural.
Los últimos años los vivió en su palacio de Sanlúcar, acompañado por la alemana Liliane Dahlmann, a la que conoció y de la que se enamoró en 1983, en la boda de su hijo Leoncio. Como desagravio a la persecución a que fue sometida por el franquismo, el rey Juan Carlos le concedió en 2006 la medalla de oro al Mérito en las Bellas Artes.
Desde 1983, Liliane, la actual presidenta de la Fundación Casa de Medina Sidonia, pasó a ser su amante y secretaria. Fue ella la que se encargó de catalogar uno por uno los legajos del archivo de la fundación, que hasta entonces se encontraban en un guardamuebles de Madrid. Con ella contrajo matrimonio solamente once horas antes de su muerte en una decisión que muchos consideran muy meditada: un enlace para impedir que la impresionante herencia terminara dividida entre unos hijos a los que apenas trató y que la consideraban una “mala madre”.
Cuando la duquesa roja firmó su último testamento, en el año 2000, consideraba que los bienes con los que constituyó la Fundación Casa de Medina Sidonia ya no formaban parte de su patrimonio y no los incluyó en el documento. Los tres hijos luchan ahora para que esos bienes estén integrados en su caudal hereditario.