Aquellos 108 kilómetros
Sergi Roberto recorrió en taxi cientos de veces el trayecto Reus-Barcelona
Ciento ocho kilómetros separan Reus de Barcelona. Una hora y media en coche. Esa distancia recorrió Sergi Roberto a bordo de un taxi en trayecto de ida y vuelta durante dos años, entre sus 14 y sus 16, a razón de cinco días por semana para cumplir con la irresistible llamada del fútbol base blaugrana. Sólo libraba el martes, y el sábado o el domingo sin partido. El resto de los días llegaba de regreso a casa pasadas las diez de la noche y su primera misión era acabar los deberes. Su madre, profesora de educación primaria, prefirió controlar sus estudios de cerca y no a distancia como residente de la Masia. Su carrera como profesional empezaba a parecer un extraño homenaje a esa capacidad juvenil de zampar kilómetros en el anonimato, sin apenas obtener más repercusión que el reconocimiento interno. “Sergi Roberto es lo mejor que sube de abajo, tiene un gran futuro”, confesaba al periodista Mascherano en un indoloro off the record ya prescrito. Pero en el campo la suerte no acompañaba al canterano, de comportamiento ejemplar pero rendimiento discontinuo. Sus opciones en el Barça se agotaban y transcurrida la mitad de la pasada tempo- rada decidió poner punto final. Tenía ofertas y en su cabeza estaba marcharse. Su rol en el equipo no alcanzaba ni a secundario, dominado por la intermitencia y la falta de confianza, pero llegó el mes de mayo y Luis Enrique, que fue quien le subió del juvenil al Barça B cuando el asturiano mandaba en el filial, se lo llevó a un rincón y le dijo: “No te vayas, te veo el año que viene de lateral con muchos minutos”. El club se negó a venderlo y Luis Enrique ha cumplido con su palabra, así que las vueltas dadas al cuentakilómetros empiezan a compensarle al fin. Sergi Roberto, con más minutos disputados en un mes que en toda la anterior campaña, ha dado el paso adelante que se le reclamaba. Como lateral hoy probablemente vencería en un referéndum asambleario sobre Dani Alves.
“Sólo un jugador con una capacidad intelectual muy alta puede adaptarse tan rápido”, le piropeó Luis Enrique cuando se percató del fenomenal acierto que supuso buscarle sitio en el costado derecho de la defensa. El de Reus, que dicho sea de paso aprobó la selectividad y cursó algunas asignaturas de Administración de Empresas antes de volcarse definitivamente en el fútbol, esta vez con la autorización materna y paterna (su padre, Josep Maria, es agente comercial en el ramo de la confección), es ahora un futbolista transformado, redescubierto para el gran público. Incluso como interior, plaza que deberá recuperar después de la epidemia de lesiones en el centro del campo, se le ve confiado a tenor de su impetuosa salida desde el banquillo para ayudar a voltear el partido ante el Leverkusen, rival al que marcó llegando desde atrás, como tanto le gusta, y estirando la pierna con esa decisión que la clase periodística le reclamaba.
“Tú tira palante”, le pide Luis Enrique cuando le alinea de lateral. Y Sergi Roberto parece haber captado el mensaje, en sentido literal y figurado. “Es muy buen tío, le falta mala leche”, dicen de él como si fuera un déficit. Repasando los nombres de los mejores centrocampistas de la historia surgidos de casa no se detecta mala baba. Iniesta y Xavi hicieron compatible el arte futbolístico con la buena conducta. Su gente le ve, a sus 23 años, mucho más maduro, como si esa larga fase de ostracismo le hubiera fortalecido: “Ahora tiene la cabeza dura como una roca”.
LIBERADO “Tú tira ‘palante’”, le pide Luis Enrique al jugador, que, con partidos y confianza, parece otro