El público es así (mejor dejarlo)
Si yo hubiera sido uno de los 68.694 espectadores del FC Barcelona-Bayer Leverkusen, no habría silbado al equipo. Ni habría cenado frente al televisor un plato de espaguetis, roquefort de postre y un café con cigarrillos.
Luis Enrique tiene razón cuando dice que “los silbidos se oyen mucho ahí abajo” o recuerda los méritos de este equipo, pero olvida un principio básico del capitalismo, al que no es ajeno el fútbol: quien paga manda.
Desde el sofá o el banquillo del Barça, uno jamás silbaría a un equipo que lo estaba dando todo y sufre del viento siberiano de las lesiones (¿insinúan los pitos malestar por una plantilla justa?). La pasta estaba rica, la noche era hogareña y me alegró especialmente que se ganara un partido tan adverso. ¿Tengo yo derecho a criticar a los aficionados que optaron por ir al Camp Nou porque en un momento determinado se les atragantó el partido y silbaron?
Las palabras de Luis Enrique son comprensibles pero ojo con abrir guerras con el respetable. Lo de respetable me hace mucha gracia –y por eso lo escribo– porque se han visto tantas reacciones poco respetables de los públicos...
El público futbolístico de este país es caprichoso por naturaleza. No somos británicos. Tampoco daneses, razón por la que a un partido entre semana van 68.000 personas y no 5.000. Esa fidelidad al equipo en un partido relativamente menor y en
Los reproches de Luis Enrique al público son comprensibles, pero este negocio aguanta por lo arbitrario y pasional
noche otoñal salvaguarda al espectador y le concede el derecho al error. Los empleados del club, del primero al último, tienen que entender que este negocio aguanta por lo que tiene de arbitrario, ilógico y pasional. Así me parecieron los silbidos pero...
A Luis Enrique le llevaría yo al campo del Europa (el míster del Espanyol viene a menudo, tiene un hermano en el equipo). Tercera División, sueldos de Tercera División y un público de Champions, sibarita, exigente y senatorial que anima poco y es especialista en murmullos al menor fallo. ¿Y Zaragoza o Valencia? He visto pocos públicos tan del morro fino, indiferentes a la economía del club a la hora de exigir...
No hace falta recordar cómo las gasta el Bernabeu a poco que decida que un jugador no está a la altura de las glorias victoriosas. La toman con él y lo hunden. Sin que sea nada personal. Ya no hablemos de algunos aficionados taurinos: se burlan o abroncan a un hombre que, de verdad, está exponiendo su vida...
Cuesta creer que el Camp Nou vaya a ponerse borde con una plantilla gloriosa en tiempos de lesiones, un entrenador de notable alto y una junta elegida en verano con holgura. Tampoco me jugaría nada: el público es soberano (y caprichoso).