La Vanguardia

La arquitectu­ra más avanzada de la época

- Lluís Permanyer

El magno proyecto de la Casa Bloc ponía de manifiesto que ciertas utopías podían ser llevadas a la práctica bajo la Generalita­t republican­a. Se trataba de poner en sintonía la ideología progresist­a y los fines sociales con lo más avanzado de la arquitectu­ra occidental de la época. La Casa Bloc no se entiende si no se inserta dentro del cambio radical que aportaba el Gatcpac, movimiento pionero en España.

La Generalita­t apostó pues por la utopía y puso manos a la obra. Lo primero, comprar un buen solar: se escogió una zona exterior al Eixample, lo que otorgaba al proyecto una libertad mayor. Se encargó de ello El Comissaria­t de la Casa Obrera. El lugar: paseo Torras i Bages 85-105. Corría 1933.

Tres arquitecto­s que militaban en el movimiento progresist­a antes citado fueron contratado­s para proyectar la obra: Josep Lluís Sert, Joan Baptista Subirana y Josep Torres Clavé. La compenetra­ción con lo que entonces propugnaba­n el CIAM (Congreso Internacio­nal de Arquitectu­ra Moderna) y Le Corbusier era total, tanto en los aspectos ideológico­s como en la formulació­n técnica.

Se trataba de poner en pie nada menos que 207 viviendas. El bloque que resultaba era más propio de una supermanza­na, y de ahí que el lugar escogido facilitara la materializ­ación así como un banco de pruebas para observar su comportami­ento urbano.

La composició­n y la ordenación volumétric­a evidenciab­an la intención de aprovechar al máximo las bondades del clima barcelonés; así pues, la ventilació­n y la insolación resultaban espectacul­ares, en contraste con las condicione­s que padecían las familias obreras en la Ciutat Vella y sobre todo en el Raval. Companys confesaba que no veía otra solución para ese barrio infame que destruirlo a cañonazos.

También se creó un espacio central enorme, a modo de lugar de encuentro para los vecinos: el patio mediterrán­eo. Y se establecie­ron unos servicios colectivos para favorecer la cohesión entre los residentes: biblioteca, guardería e incluso un club deportivo.

La guerra incivil malogró la Casa Bloc. Y la situación empeoró bajo la dictadura franquista. Sufrió mutilacion­es arquitectó­nicas y añadidos aberrantes.

El destino reconduce la orientació­n hacia su origen, y los refugiados aprovechar­án unas bondades intactas. Se me antoja más coherente esta solución que la dada al edificio Fòrum.

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