La Vanguardia

La cineasta que leía a Paul Celan

CHANTAL AKERMAN (1950-2015) Guionista y directora de cine

- RAFA MARTÍNEZ

Sonará a tópico, a frase hecha, pero en su caso así es: la ficción ha acabado convirtién­dose en realidad. La cineasta belga Chantal Akerman, fallecida este lunes –según apunta Isabelle Regnier, del diario Le Monde, se suicidó–, hacía estallar su apartament­o con ella dentro en su primer cortometra­je ( Saute ma ville, 1968), rodado cuando tenía tan sólo dieciocho años.

La vida entera de Akerman, una mujer volcada en la escritura y el cine, quedará marcada por la experienci­a de la madre, interna en el campo de concentrac­ión de Auschwitz. A Éric Loret, de Libération, le relataba en el 2012 detalles de la experienci­a por la que tuvo que pasar aquella: “En los campos, para sobrevivir, cada día tenía que ser igual al resto. Porque si había un cambio, no podía ser más que para empeorar. Si te herías, te disparaban”. Akerman heredó sus heridas, las mismas que finalmente acabaron con ella.

El año pasado, la misma Isabe-

lle Regnier le pedía que escogiera la obra de arte que según ella mejor evocaría su idea de Europa. Chantal Akerman contestó sin vacilar: los poemas de Paul Celan, otra víctima de la Shoah que, como Primo Levi y otros tantos hombres y mujeres, no pudieron resistir el dolor que provocó el exterminio masivo de judíos bajo el gobierno de Adolf Hitler durante el Tercer Reich. Otros, como Jorge Semprún o Victor Klemperer, quedaron marcados para siempre. Paul Celan se tiró al Sena desde el Pont Mirabeau en 1970.

El periplo vital de Chantal Akerman resulta frenético; es el de una mujer tremendame­nte inquieta. Nacida en Bruselas el 6 de junio de 1950 en el seno de una familia de judíos polacos, pronto se rebela contra el orden social en el que le toca vivir: deja el liceo sin obtener el título para ingresar en el Instituto Nacional Superior de las Artes y el Espectácul­o (Insas), donde estudia cine durante tres meses. Lo había decidido tres años antes, luego de acudir a

una proyección de Pierrot le Fou, el filme de Jean-Luc Godard.

El hecho decisivo que marca su idea del cine llega con su marcha a Nueva York en los primeros setenta del siglo pasado. Allí conoce a Babette Mongolte, que más tarde trabajaría con ella como asistente de fotografía. Ella le descubre el nuevo cine de realizador­es como Jonas Mekas, Andy Warhol y, sobre todo, Michael Snow. La posibilida­d de hacer un cine no narrativo le resulta sugerente. De la influencia del último de los directores citados surge el cortometra­je titulado Hotel Monterey (1972). Además, vivir en el Soho la aleja de Europa, escenario de un sufrimient­o ininte- rrumpido. Tras algunos intentos frustrados, Akerman rueda en 1975 Jean Dielman. 23, rue du Commerce. 1080 Bruxelles, en la que pone en escena a una mujer, encarnada en la actriz Delphine Seyrig, que ha de prostituir­se para llegar a fin de mes. Una película que, según la realizador­a, da comienzo a una etapa nueva en su cine. A esta le sucederán otras como Je, tu, il, elle (1975); la memorable News from home (1976), en la que sobre unas imágenes de Nueva York una voz en off lee las cartas de la madre; Les rendezvous d’Anna ( 1978), o más recienteme­nte, las dos versiones cinematogr­áficas que llevó a cabo de obras literarias: La Captive (2000), basada en La prisionera, capítulo pertenecie­nte a la Recherche proustiana; y La folie Almayer (2011), que toma como base la novela homónima de Joseph Conrad.

Todas y cada una de sus películas hacen alusión al dolor de vivir; ese que, desgraciad­amente, no pudo superar jamás.

La vida entera de Akerman quedó marcada por el internamie­nto de su madre en Auschwitz

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GIUSEPPE CACACE / AFP

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