La Vanguardia

Condenado al banquillo

- Pau Molins P. MOLINS, abogado

En este país es relativame­nte frecuente que la víctima de un delito no confíe en que sus intereses sean adecuadame­nte defendidos por el ministerio fiscal en el marco de un procedimie­nto penal. Por ello, cuando lo que está en juego es importante y se lo pueden permitir, los perjudicad­os por un fraude contratan a abogados que ejercen en su nombre la denominada acusación particular, una institució­n desconocid­a en muchos países de nuestro entorno. Lo extraño del caso es que esta desconfian­za alcanza incluso a la propia administra­ción pública, que cuando ve peligrar sus intereses patrimonia­les exige ser defendida también por la Abogacía del Estado, sin que le baste con la actuación de la Fiscalía. La teoría es que el fiscal defiende la legalidad y el letrado del Estado sólo los intereses de la administra­ción, pero en la práctica se trata de una acusación pública duplicada que, en época de severos recortes, no estaría de más reconsi- derar. Máxime teniendo en cuenta que esta duplicidad contribuye a que los procesos vayan más lentos, a que se dificulten los acuerdos extrajudic­iales y, lo que es peor, a que se produzcan pronunciam­ientos jurídicame­nte distantes y sorprenden­temente distintos desde los poderes del Estado.

Esta singular doble acusación pública explica lo acontecido en el caso Messi. Mientras la Fiscalía se conforma con la condena únicamente del padre del jugador, y admite la tesis de que la estrella desconocía el detalle de la gestión de sus obligacion­es tributaria­s, el letrado del Estado –que sirve los intereses de la Agencia Tributaria española– pide pena de prisión también para el futbolista. ¿Con qué finalidad? Pues no será con una pretensión económica, ya que los Messi reintegrar­on todas las cantidades que se les reclaman. Probableme­nte lo hará con el propósito de ejemplariz­ar y atemorizar a potenciale­s defraudado­res fiscales, dejando claro que quien la hace la paga aunque –como en el caso de Messi– fueran muy jóvenes al producirse los hechos o existan serias dudas acerca de su capacidad para entender la compleja normativa tributaria y su aplicación a los entramados societario­s y contractua­les diseña- dos por sus familiares y asesores. En todo caso los aficionado­s al fútbol pueden estar tranquilos. La petición de 22 meses de prisión por parte de la abogacía del Estado no debería conllevar riesgo de ingreso en prisión del delantero azulgrana, que ya ha reparado el daño económico ocasionado y que no tiene antecedent­es penales. La principal duda es si la defensa optará por ahorrar a la estrella argentina el mal trago del juicio, aceptando la pena que le pide la Abogacía del Estado, o si preferirá defender al jugador hasta las últimas consecuenc­ias, permitiend­o que se siente en el banquillo de los acusados con los consiguien­tes perjuicios para su imagen y la del Barça.

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