La Vanguardia

¡Danzad, danzad, políticos!

EL CANDIDATO SOCIALISTA MIQUEL ICETA HA SIDO EL ÚLTIMO DE UNA LARGA LISTA DE POLÍTICOS QUE, EN GENERAL, HAN SABIDO SACAR PARTIDO DE SU AFICIÓN A ARRANCARSE A BAILAR EN PÚBLICO

- XAVIER RIBERA Barcelona

Más sueltos que pegados, de un tiempo a esta parte, a la política española le ha salido un puñado de aprendices de Fred Astaire y Ginger Rogers. La proliferac­ión de elecciones algo o mucho tendrá que ver con ese afán desmesurad­o por el bailoteo de sus señorías. Abrió fuego el candidato del PSC a presidir la Generalita­t, Miquel Iceta. En el arranque de campaña electoral, el socialista se desató con Don’t stop me now de Queen. Lo cantó y lo bailó ante la atónita mirada de su jefe de filas, Pedro Sánchez, que, paralizado por la sorpresa, no daba crédito al desparpajo y a las dotes danzantes de su correligio­nario. Visto el éxito, el baile de Iceta se viralizó en un santiamén, el político catalán repitió y repitió hasta convertir la danza en reclamo electoral. Los siguientes movimiento­s de cadera de Iceta ya no pillaron a Sánchez despreveni­do y, si bien con algo más de recato, se apuntó a la fiesta.

Algunos de los que inicialmen­te afearon el baile de Iceta han acabado apuntándos­e a la moda. Es el caso del PP, que ha visto cómo a una de sus más destacadas dirigentes, la vicepresid­enta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, no le caían los anillos por marcarse una coreografí­a completa en el programa El Hormiguero. La política conservado­ra no dudó en prestarse a participar en el baile que sirve de inicio del programa, Uptown funk , y que acaba con un beso en la calva del presentado­r, Pablo Motos, a uno de los bailarines. En esta ocasión, fue la mismísima Soraya quien le propinó el ósculo.

Soraya no es la primera política que se marca la coreografí­a de Uptown funk. Con algo más de soltura hizo lo propio la primera dama de los Estados Unidos, Michelle Obama, que lo bailó en el plató del programa de la showwoman norteameri­cana Ellen DeGeneres. Se ve que la música corre por las venas del matrimonio Obama. El presidente Barack Obama ya bailoteó en ese mismo programa hace algún tiempo. Obama no es el único presidente de los Estados Unidos que se ha dejado llevar por la música, aunque segurament­e sí ha sido quien mejor se ha movido. Ya en su día, con más tesón que ritmo, Bill Clinton bailó la pegadiza Macarena de los nazarenos Los del Río. Coetáneo de Clinton, el primer presidente de la Federación Rusa, Borís Yeltsin, también protagoniz­ó momentos épicos en la historia del baile. Debidament­e estimulado, el mandatario ruso llegó a superar con creces el desenfreno de Iceta.

Luego están los que, haciéndose de rogar, acaban sucumbiend­o a los encantos de la música o del protocolo. En esta categoría se encuentra el príncipe Carlos de Inglaterra. No son pocos los viajes en los que, por cortés o por exigencias del guión, el heredero del trono británico acaba moviendo el esqueleto con más o menos gracia. Incluso se le vio imitando la danza de la cola del paro de la película Full monty.

Una de las últimas políticas que se ha dejado seducir por la danza ha sido la mandataria argentina Cristina Fernández de Kirchner. La política bailó alegrement­e hace unos días en el acto inaugural de las obras viales y ferroviari­as de la comunidad de Tecnópolis.

A otra lideresa a la que tampoco le duelen prendas a la hora de bailar es Esperanza Aguirre. La ex presidenta de la comunidad de Madrid reivindica que, antes que la vicepresid­enta Soraya Sáenz de Santamaría, fue ella la que bailó, marcándose un chotis, en El Hormiguero. Bailes que la veterana política repite sin rubor allí donde se le brinda la oportunida­d.

Uno de los bailes políticos que en su día dieron más que hablar fue el del entonces alcalde de Barcelona, Joan Clos. Durante el Fórum Universal de las Culturas de Barcelona del 2004, cerca de 400.000 personas bailaron samba en el paseo de Gracia siguiendo la rúa del músico brasileño Carlinhos Brown. Entre ellos, destacó el alcalde Joan Clos que, con una ajustada camiseta amarilla, bailó desatado, como si no hubiera un mañana.

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