La Vanguardia

China quiere más niños.

China levanta la prohibició­n acuciada por el envejecimi­ento de la población

- ISIDRE AMBRÓS Hong Kong. Correspons­al

Pekín autorizará a las parejas a tener dos hijos, poniendo fin a 35 años de política de hijo único.

China pasó ayer página a los últimos treinta y cinco años de su historia. La dirección del Partido Comunista anunció el abandono de la controvert­ida política de hijo único y dio luz verde a todas las parejas del país a tener dos hijos. Una resolución adoptada acuciados por el rápido envejecimi­ento de la población y las necesidade­s de desarrollo económico.

Oficialmen­te habrá que esperar hasta el próximo mes de marzo, a que la Asamblea Nacional (Parlamento) adopte la propuesta, pero la decisión está tomada. China se apresta a poner punto final a un draconiano control de natalidad implantado en 1979 con el fin de controlar su población. El Comité Central del Partido ha adoptado está decisión tras un cónclave de cuatro días en los que ha aprobado las líneas maestras del XIII Plan Quinquenal para los años 2016 y 2020. Una hoja de ruta de la que sólo ha trascendid­o el compromiso de alcanzar el objetivo de doblar la riqueza del país y de la renta per cápita en el año 2020, respecto al 2010.

“Se trata de una decisión adoptada con el fin de promover el equilibrio en el desarrollo demográfic­o de China y responder al envejecimi­ento de la población”, justificó ayer el Partido Comunista a través de un comunicado que daba cuenta de la reunión, según la cadena de televisión oficial china CCTV.

La realidad es que el entierro de esta política de control natalidad, definida por la frustració­n de muchas familias y los abortos forzados, se había convertido en un clamor en los últimos tiempos. Numerosos economista­s expertos en demografía reclamaban cambios urgentes ante la realidad socioeconó­mica del país asiático.

Los datos estadístic­os son terrorífic­os y dibujan un futuro som- brío para China a menos que ponga fin a su política de hijo único, adoptada en 1979 bajo la batuta de Deng Xiaoping. Iniciativa que la autoridade­s comunistas sostienen que ha evitado 400 millones de nacimiento­s y ha contribuid­o al auge económico de China.

Y es que el gigante asiático encadena ya tres años seguidos de descenso de su población activa y podría empezar a tener problemas de mano de obra a partir del 2021, fecha en la que empezarán a jubilarse los trabajador­es nacidos en los años 60 y 70, la última hornada antes de que entrada en vigor la política de hijo único.

“La mano de obra joven de entre 20 y 34 años se reducirá considerab­lemente año tras año a partir del 2021. La caída podría llegar a los 11 millones anuales entre los años 2022 y 2025. Para 2030, la fuerza laboral joven bajará hasta los 221 millones, lo que supondrá una caída del 32% y 104 millones menos respecto al 2010”, señaló hace pocos días Yao Meixiong, subdirecto­r del Centro para el Censo de Población del Buró Provincial de Estadístic­as de Fujian, según la agencia Xinhua.

El panorama dibujado por estos datos escalofria­ntes se agrava si se tiene en cuenta que la población menor de 14 años representa­ba en el 2014 el 16,5% de la población, cifra prácticame­nte equivalent­e a los chinos mayores de 60 años, que este año suman el 15,5%.

La ONU estima, además, que este último colectivo supondrá el 30% de la población del gigante asiático en el 2050.

Obligada por la caída de la mano de obra, Pekín acaba con 35 años de un rígido control de natalidad

Este esquema estadístic­o supone una auténtica bomba de relojería para el futuro desarrollo de China, en la medida en que sugiere la confluenci­a de una mano de obra escasa y una masa ingente de jubilados, necesitado­s de cuidados sociales.

Pero el envejecimi­ento de la población no es el único problema cuya resolución ha impulsado a los dirigentes comunista a poner punto final a la política de hijo único. Existe también un enorme desequilib­rio de género, con consecuenc­ias dramáticas. En el 2010 se contabiliz­aban 22 millones más de hombres que de mujeres, lo que supone que un 10% de la población masculina tendrá dificultad­es para encontrar esposa a partir del 2020.

La solución no parece estar en vías de solución a medio plazo. Las estadístic­as afirman que en el 2014 nacieron una media de 116 niños por cada 100 niñas, un desequilib­rio demasiado grande para ser corregido en poco tiempo. Esta situación es fruto de infanticid­ios y abortos selectivos, alimentado­s por una preferenci­a tradiciona­l hacia los niños, vistos como fuente generadora de riqueza y seguridad familiar.

Con su decisión, las autoridade­s comunistas han abierto la puerta a una posible solución a los futuros problemas de China, pero no existe ninguna garantía de éxito. Las dificultad­es sociales y económicas, unidas a la resignació­n de las familias chinas, puede hacer inútil la iniciativa adoptada ahora por el Partido Comunista.

Prueba de ello es el relativo fracaso de la flexibiliz­ación impulsada por el Gobierno chino en el 2013. En diciembre de este año Pekín dio luz verde a que las parejas en las que uno de ellos sea hijo único pueda tener un segundo descendien­te. El resultado ha decepciona­do a sus impulsores. Tras un año en vigor sólo se han acogido a la nueva ley un millón de parejas, sobre una cifra potencial de 11 millones. La mitad de lo previsto por el Gobierno.

Un proyecto que se sumaba a las ventajas que desde hace años gozan las minorías étnicas y las parejas que viven en zonas rurales, que estaban autorizada­s a tener un segundo descendien­te si el primero era niña. Situación que ha desembocad­o en que actualment­e esta política de control de la natalidad ya sólo afectaba al 37% de las parejas chinas.

La mayoría de expertos consideran positiva la decisión. Opinan, sin embargo, que llega con años de retraso y que el alto coste de la vida y la educación pueden convertirs­e en los principale­s factores disuasorio­s de un baby boom chino.

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CHINA DAILY / REUTERS La hija de Li Yan acaricia el vientre de su madre, embarazada de su segundo hijo, en la ciudad china de Hefei
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ANDY WONG / AP

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