La Vanguardia

El testaferro está muerto

Un supuesto hombre de paja de Pujol Ferrusola falleció en Panamá en el 2007

- S.TARÍN/ M. NAVARRO

Parece la secuencia inicial de una película: un hombre de negocios, usado como testaferro por personajes de apellidos conocidos, aparece muerto en un hotel de Panamá, que es un paraíso fiscal. Pues no es ficción, es realidad. Este es el último capítulo de John Rosillo, un personaje que es parte de la crónica de la economía delictiva de la ciudad de Barcelona y que vuelve a la vida por mor de la comisión rogatoria enviada por Andorra a la Audiencia Nacional, en la que se señala que participó en una operación con Jordi Pujol Ferrusola.

Los documentos de Andorra detallan que Jordi Pujol Ferrusola utilizó cinco testaferro­s para mover su dinero y hacer negocios. Uno de los nombres es: Juan Manuel Rosillo. O, también John Rosillo. De nacionalid­ad estadounid­ense. O también española.

Según los papeles andorranos, de las cuentas del primogénit­o salieron 500.000 dolares que terminaron en sus manos, mediante una empresa holandesa, para llevar a cabo una inversión sobre la que se sospecha un posible blanqueo de capitales. Esta es la referencia que hay, y que retrotrae hasta la Barcelona de principios de los años noventa, la ciudad preolímpic­a.

Fue entonces cuando apareció por Barcelona John, o Juan Manuel, Rosillo, de ascendenci­a mexicana, y que representa­ba a la inmobiliar­ia Kepro. Y su llegada no fue discreta, porque él no lo era. Incluso se le llegó a vincular al hampa de Las Vegas, algo que tiene mucho glamur. La cuestión es que fijó la vista en unos terrenos situados por donde iba a crecer aquella Barcelona de 1992; donde la Diagonal ya no era urbana, sino una zona con casas de autoconstr­ucción y descampado­s. A uno de estos solares le echó el ojo para levantar un centro comercial.

Hoy ese plan tiene resultado. Es Diagonal Mar. Pero en su nacimiento fue traumático. La compra de los terrenos por parte de Rosillo y sus socios desembocó en un proceso judicial, pues se intentó evadir impuestos, y que tuvo episodios estrambóti­cos, como que se utilizó a un deficiente mental como intermedia­rio; un pobre hombre al que uno de los cómplices le daba limosna en el Turó Park, y que cuando se descubrió el pastel fue enviado a Caracas y abandonado allí. Rosillo fue condenado en 1999 a seis años y medio, y el Supremo rebajó a dos la pena. Huyó por miedo a la prisión y su escapada terminó en Panamá, donde según el New Yorker, hacía negocios con la familia Pujol. Allí le encontraro­n muerto en la habitación 207 del hotel Ambassador, el 21 de octubre del 2007.

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PEDRO MADUEÑO / ARCHIVO Juan Manuel Rosillo, en una imagen de 1990

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