Una red, un futuro
Érase una vez, dos superpotencias, Estados Unidos y la Unión Soviética, que celebraban cumbres para reducir el peligro de una guerra nuclear. Hoy en día, la cumbre es entre EE.UU. y China, gran parte de la cual dedicada a reducir los peligros de la confrontación y el conflicto en el ciberespacio. Los riesgos no podrían ser mayores. De cómo el mundo responda a la amenaza de ataques cibernéticos dependerá el grado en que las generaciones futuras puedan beneficiarse de la era digital. Además de la posibilidad de conflicto, existe el peligro de que los gobiernos reaccionen de forma exagerada, erigiendo barreras a la información que socavan el potencial de internet.
En cierto modo, ya estamos en un conflicto continuo de bajo nivel en el ciberespacio. China no es el único país que está participando, a través de la acción del Estado, directa o indirectamente, en las operaciones cibernéticas masivas contra las estructuras políticas y económicas de otros países. Claramente, hacen falta reglas para la carretera en el ciberespacio, y tal vez una cumbre de ciberpotencias –EE.UU. es el líder en tecnología de internet, mientras que China tiene el mayor número de usuarios– es el primer paso en esta dirección. Pero el peligro no sólo es la confrontación política entre los estados. El miedo a la pérdida de control dentro de los estados está impulsando nuevos requisitos de datos de localización y otras nuevas barreras que en última instancia fracturan y hasta balcanizan internet.
En Rusia, el Kremlin claramente tiene sus propios motivos para estipular –pese al coste económico inevitable– que todos los datos generados en el país se almacenarán en servidores en suelo ruso. Pero igualmente preocupantes son las políticas de la Unión Europea que, en nombre de la defensa de la privacidad de los ciudadanos, están dando lugar a la erección de barreras a la libre circulación de datos.
En algunos países europeos parece que hay una convicción de que los datos de los ciudadanos estarán a salvo sólo si se almacenan en suelo europeo, fuera del alcance de, por ejemplo, los espías americanos malos. Esta filosofía simplista también parece haber apuntalado la reciente decisión del Tribunal Europeo de Justicia de invalidar el llamado acuerdo de Puerto Seguro, lo que facilita el libre flujo de información a través del Atlántico. Como resultado, todo el marco jurídico para estas transferencias de datos se ha vuelto un caos.
Garantizar la protección e integridad de los datos es de hecho una cuestión vital. Pero esto tiene muy poco que ver con el lugar donde se almacenan los datos. Los atacantes con base en China recientemente irrumpieron en la Oficina de Administración de Personal de EE.UU. y robaron hasta 22 millones de archivos con información sensible sobre los empleados federales. Hackers chinos y rusos penetran de forma rutinaria las redes industriales y gubernamentales seguras en Estados Unidos y Europa. Y varios países están aprovechando cables submarinos que llevan las comunicaciones mundiales. Entonces, ¿qué problema soluciona actualmente la localización de datos?
La solución a los problemas de privacidad no radica en la localización de datos, sino en el desarrollo de sistemas seguros y la correcta utilización de la encriptación. La seguridad en el mundo digital se basa en la tecnología, no en la geografía. Con el rápido desarrollo de las cadenas de valor globales, nuestras economías se están haciendo cada vez más dependientes de la libre circulación de datos a través de fronteras políticas. Con el advenimiento de las nuevas tecnologías globales, la noción de localización de datos se vuelve aún más equivocada.
De hecho, una enorme agenda global de la gobernabilidad digital se abre ante nosotros. Incluye el establecimiento de normas formales e informales de comportamiento del Estado, mejores mecanismos legales para hacer frente a la delincuencia informática transfronteriza, legislación nacional transparente para hacer cumplir la ley, y el respaldo de la necesidad de cifrado para proteger la integridad de los datos.
China deberá elegir. Actualmente se habla de su denominado “Un cinturón, un camino”, iniciativa para vincular su economía a las de Asia Central y Europa. Pero el futuro global de China será tan dependiente como el de todo el mundo de un internet abierto, libre, dinámico y seguro.
Europa también se enfrenta a algunas decisiones importantes. La UE no debe permitir una comprensión confusa de las realidades digitales para dar lugar al proteccionismo digital, profundamente perjudicial. Debe superar las barreras institucionales que hacen que sea aparentemente imposible forjar una posición común sobre la política cibernética exterior.
Por último, EE.UU. tiene que adaptarse también. Debe aceptar que ya no es el único ciberpoder global, y que su propio comportamiento debe cumplir con las normas aceptadas a nivel mundial a las que todos deben adherirse.
Internet se ha convertido en la infraestructura más importante del mundo. Pero es sólo el principio: pronto será la infraestructura de todas las demás infraestructuras. Políticas nacidas de la confusión, el caos y la confrontación no tienen cabida en este nuevo mundo de oportunidades.
Copyright: Project Syndicate, 2015
C. BILDT, ex primer ministro y ministro de Asuntos Exteriores de Suecia