La Vanguardia

Profesor aventajado

RANKO ZERAVICA (1929-2015) Entrenador de baloncesto yugoslavo

- MIGUEL LOIS

El entrenador de la mítica selección de Yugoslavia de los ochenta, Ranko Zeravica, falleció ayer a los 85 años en Serbia, su país natal. Desde que el pasado mes de febrero sufriera un ataque al corazón, su estado de salud era muy delicado.

Zeravica fue uno de los entrenador­es con mejor palmarés del baloncesto continenta­l. 62 títulos en su haber, ni más ni menos, además de dejar una huella imborrable por su estilo de juego aventajado. Y es que esa podría ser una de las definicion­es más acertadas del serbio: “Profesor aventajado”.

Sin Zeravica es imposible entender la edad de oro del baloncesto español. Su llegada al Barcelona en 1974 cambió la mentalidad del club, que disputó su primera final europea en 1975 (la Copa Korac, perdiendo ante el Squibb Cantú italiano). Él hizo debutar a Nacho Solozábal, leyenda del club blaugrana. “Desde el primer día me dio confianza

para jugar como yo sabía o creía que podía hacerlo. A nivel técnico era una persona muy perfeccion­ista y adelantada a su tiempo. Introducía sistemas nunca vistos… Lo que más recuerdo de él es su pasión por el baloncesto. Iba un paso más allá”, explica Solozábal. Gracias a sus ideas se formaron posteriorm­ente entrenador­es como Aíto García Reneses, otra leyenda del banquillo culé.

Más tarde, a finales de los ochenta (luego tendría una segunda etapa a principios de los 2000), Zeravica entrenó al CAI Zaragoza, donde aún le recuerdan como una persona entrañable y con una dedicación exacerbada por el deporte de la canasta.

“Ha sido uno de los entrenador­es más influyente­s en nuestro país. Fue de los primeros en trabajar desde la base, con los jóvenes, inculcando valores y enseñando conceptos que ahora, desgraciad­amente, se obvian”, cuenta Eduardo Portela, presidente de honor de la ACB.

“No castigaba subiendo escaleras o con ejercicios físicos militares. Simplement­e enseñaba baloncesto. Su legado va más allá de las cifras”, recuerda Xabier Añúa, exentrenad­or del Barça (1968-1972).

Zeravica siempre será recordado como el entrenador que dirigió a la mítica y extinta selección de Yugoslavia durante siete años (1967-72 y 1980-81), con la que conquistó la medalla de oro en el Mundial de Liubliana (Eslovenia) en 1970 y la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Moscú de 1980, ante Italia.

“Baño de oro con Zeravica al mando”, titulaban las crónicas del día después. El primer y único oro olímpico de Yugoslavia en su historia. Y con un campeonato perfecto: ocho triunfos en ocho partidos. Pero además, el entrenador serbio añadió cinco medallas más a su currículum: plata en los Juegos Olímpicos de México en 1968, plata en el Mundial de Montevideo de 1967, plata en los Europeos de Italia en 1969 y Alemania en 1971 y bronce en el Mundial de Cali de 1982.

Zeravica contaba hace unos años en una charla con Jordi Sampietro, catalán afincado en Belgrado con un proyecto baloncestí­stico de formación, cómo ha cambiado la visión que se tiene del baloncesto. “Ahora se dice que un jugador es MVP (el jugador más valioso, según sus siglas en inglés) anotando sólo 20 puntos. ¿Qué tontería es esa? En mi época, los mejores anotaban siempre 30 o 40 puntos. Cuando anotaban 20 era un mal partido o decepciona­nte. Y eso es porque los entrenador­es no potencian a sus estrellas”.

Su carrera a lo largo de 30 años la completó con varios equipos yugoslavos como el Partizan, el Estrella Roja, el Pula, el Slobodna Dalmacija (la mítica Jugoplasti­ka) y en Italia con el Irge Desio, el Filidoro Napoli y el Onyx Caserta. En todas las ciudades dejó su impronta. Un legado imborrable. El del profesor aventajado.

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