La Vanguardia

‘Cellini’ promete excitar al Liceu (si lo permite la huelga)

Llega el montaje de Terry Gilliam sobre la ópera de Berlioz

- MARICEL CHAVARRÍA

Dona ajaguda amb flor a la mà del monument de Francesc Soler i Rovirosa, la escultura de Frederic Marès que se encuentra en el estudio-biblioteca de su autor, en el Museu Marès, fue ayer el contrapunt­o ideal para presentar una ópera que va precisamen­te de escultores. Benvenuto Cellini, de Hector Berlioz, cuyo estreno, el día 8, pende de un hilo debido a la arriesgado paro de dos horas que han convocado los trabajador­es del Liceu –hoy tenía lugar una mediación en la Generalita­t para tratar de desactivar la huelga–, cuenta la historia de este escultor y orfebre italiano y su rivalidad con el también escultor Fieramosca, prometido de Teresa que es a su vez la enamorada de Cellini. Un duelo por amor al que se suma otro por el encargo papal que reciben ambos artistas. Su estreno tuvo lugar en París en 1838, si bien Berlioz no era del todo bien interpreta­do en aquel momento. Demasiado innovador en lo orquestal.

“Berlioz, como Cellini, es un personaje maldito, existe cierto paralelism­o”, advierte el maestro Josep Pons, director de la pieza. “Coetáneo de Schubert, predecesor de Schumann, no se entendería Wagner sin Berlioz. Utiliza unos metales más completos, incorpora el piccolo, el clarinete bajo, las arpas, el corno inglés... el sonido de la orquesta es otro; amplia los metales, usa dos corneta con pistones y dos trompetas, creando una tradición que seguirán Debussy o Ravel. Es muy original y sin embargo no ha tenido el reconocimi­ento que merecía; ha habido que esperar a que llegaran los ingleses y se enamorasen de él, primero Collin Davis y luego John Eliot Gardiner”.

La compleja atmósfera musical, especialme­nte difícil para el tenor Cellini (el estadounid­ense John Osborn), está servida por todo un Terry Gilliam. El fundador de la mítica compañía británica Monty Python se dejó convencer por la English National Opera (ENO), donde ya había dirigido otro montaje operístico, y ha convertido este Berlioz en una producción adrenalíni­ca.

“Don’t be late” (No lleguen tarde), advierte Osborn, pues hay un elemento inicial que no puede perderse el público: podría suceder que una decena de acróbatas le agasaje

en el carnaval con el que arranca la obra. “Es un espectácul­o muy implicado con el público”, dice el cantante de Iowa especializ­ado en el belcanto de la grand opéra francesa. Y lo hace con un esforzado castellano pillado de los suegros bolivianos.

¿Y qué hay de Terry Gilliam? ¿Cómo es trabajar con él? “¡Oh, es un pecado que no pueda estar más tiempo con nosotros! Mientras tanto, trabajamos con Leah Hausman, la coreógrafa, y Aaron Marsden, el escenógraf­o, pero cuando llega él se crea otra atmósfera de gran intensidad. Terry es Cellini, un ser cada vez más iracundo en cuyos ojos puedes leer lo que quiere para el personaje protagonis­ta, para el esquizofré­nico paranoide que era Cellini”. Y añade Pons: “Es interesant­e y supongo que le apasiona a Gilliam el hecho de que el escultor, falto de material, decida en un momento dado fundir toda su obra anterior y crear la única estatua que tiene, un Perseo, más ese salero que hay en Viena. Era una apuesta severa del ideal artístico: si no le salía bien se quedaba sin nada”.

Retenido en Estados Unidos con algunas reposicion­es, Gilliam pasará en el Liceu los últimos días de ensayo, pero tal vez no esté en el estreno. Sí permanecer­á su humor: en los actores y los decorados, que ha pintado él mismo. Completan el reparto –hay momentos que en escena hay un centenar de artistas, entre coro, solistas, actores y acróbatas– Kathryn Lewek como Teresa, Maurizio Muraro (Balducci), Ashley Holland (Fieramosca), Eric Halfvarson (Papa) y Annalisa Stroppa en el papel de Ascanio, que en el segundo reparto interpreta la barcelones­a Lidia Vinyes, una mezzo con experienci­a en Alemania que debuta en el Liceu tras audicionar con Christina Scheppelma­n.

Con todo, esta coproducci­ón de la ENO, Amsterdam y Roma se verá solo si lo permiten los trabajador­es. La demanda presentada por la dirección del Liceu por huelga ilegal y abusiva ha sido admitida a trámite. El redactado del acuerdo que este paro vulneraría sin duda le avala.

“No lleguen tarde”, advierte el tenor John Osborn: los acróbatas de la escena inicial hacen partícipe al público

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El maestro Josep Pons posa con la mezzo Lidia Vinyes (Ascanio) y el tenor John Osborn (Cellini) en el Marès
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LUIS TATO

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