Los otros nosotros
Amedida que los trenes del independentismo y del constitucionalismo se acercan hacia un fatal desenlace, la primera y la tercera persona del plural sufren una mutación monstruosa. Es habitual que para fomentar la imprecisión y la simplificación inducidas se utilicen los nombres de España y Catalunya como conceptos genéricos. Por suerte, de vez en cuando algún soldado de la opinión publicada se digna a precisar que no hablamos de España y Catalunya, sino de españoles (no todos) y catalanes (no todos) que aún no se han podido cuantificar porque nadie ha hallado el modo de hacer un recuento democrático fiable y que no se base en imposiciones suicidas o totalitarias.
A menudo, en las tertulias, los debates o los reportajes de medios de comunicación públicos y privados de expresión catalana, se observa que el nosaltres tiende a la apropiación indebida. Según el contexto, cuando una radio o una televisión utilizaba la primera persona del plural, se pretendía subrayar una circunstancia y, excepcionalmente, romper la asepsia de una supuesta objetividad narrativa. Nosaltres podíamos ser los espectadores, los oyentes, los contribuyentes, incluso los catalanes, pero en principio se evitaba un nosaltres tan ideológicamente parcial. Esta prevención ya sufrió una transformación en la información deportiva y sus derivados de opinión. Una consecuencia de la hegemonía del Barça entre las devociones deportivas catalanas es que, con un sentido colonialista de la lengua, los medios de comunicación hemos creído que la primera persona nos acerca más al tema que tratamos y que refuerza una identificación tribal que se ampara en el supuesto encanto del tono coloquial. Para que este nosaltres funcione hay que ser muy cuidadoso y es normal que, con el tiempo, las buenas intenciones se ablanden y se acabe ofendiendo a muchas minorías. (Unas minorías que no tienen intención de hacerse culés y que constatan que la identificación generalizadora es una característica desagradable del barcelonismo mediático).
Aplicado a cuestiones tan inflamables como el procés, eso es aún más triste. Y, por pura coherencia, el uso indiscriminado del nosaltres propicia otro abuso complementario: el ells convertido en generalización simétrica. No se trata de un fenómeno exclusivamente catalán. En muchos medios de comunicación de expresión española también se ha convertido el ellos en una versión del igualmente inexacto los catalanes .Y no faltan las tertulias en las que todos los participantes adoptan un nosotros castrense, que combate el rigor y los matices. Por eso, desamparados por evidencias tan mayoritarias y potentes, abandonados por los que deberían administrar los votos con un criterio más responsable, a los que no nos sentimos representados ni por el nosaltres ni por el ellos, ni por el nosotros ni por el ells, sólo nos queda el consuelo testimonial y estéril de, por decirlo a la manera clásica, expresar nuestra más enérgica repulsa.
De vez en cuando alguien se digna a precisar que no se habla de España y Catalunya, sino de españoles y catalanes